ABC-LUIS VENTOSO

SÁNCHEZ Y SU REPÚBLICA

SÁNCHEZ, que está disfrutando del avión oficial con idéntica fruición a la de mi sobrinita Irene cuando hace unos meses le regalamos un patinete eléctrico, ha decidido que el Consejo de Ministros sea itinerante. Mañana celebrará uno en Cataluña, que nada arregla y que tal vez suscite un problema serio de orden público (aunque, por supuesto, una vez anunciado que tendría lugar en Barcelona en modo alguno se podía dar marcha atrás, pues supondría asumir que algunas partes de España se han convertido en zonas no visitables para el Gobierno del país). Tras este gran éxito, Sánchez ya prepara otro consejo peripatético, esta vez en Alicante el próximo marzo. ¿Y por qué se va allá con sus ministros? Pues porque quiere rendir homenaje al último consejo de la II República, que presidió allá Juan Negrín hace 80 años.

Siempre siento un atisbo de tristeza cuando veo la bandera de la República en manifestaciones de estudiantes españoles de hoy en día, o en marchas sindicales actuales, o en protestas de pensionistas. Apena que todavía perviva entre tanta gente la idealización de un régimen y de una etapa que en la práctica fue un calamidad en todos los órdenes. ¿Qué milonga les han endilgado a esos chavales de la era wifi que todavía salen a las avenidas empuñando la rancia enseña tricolor? Esos muchachos disfrutan de universidades en cada capital de provincia; de enorme seguridad en las calles; de absoluta libertad de expresión, pensamiento y religiosa. También gozan de la posibilidad de abrazar cualquier opción política sin temer por su vida, y de un país estable, con una economía encauzada, aunque sufra altibajos. ¿Qué echan de menos de la II República? ¿La devaluación del 20% que experimentó la peseta y las constantes disfunciones económicas? ¿Sienten nostalgia del aperturismo de un régimen que en noviembre de 1932 suspendió y se incautó de cien publicaciones porque osaron a pensar diferente? ¿Les gustaría vivir en una España saboteada por un anarquismo fuera de control y por huelgas revolucionarias que pusieron al país en jaque, como la de Asturias? ¿O tal vez les parece muy tolerante y admirable Azaña, que en 1931 se ufanó de que España dejaba de ser católica, cuando lo era –y lo sigue siendo– mayoritariamente? ¿Les fascina un régimen que en su decadencia final era incapaz de imponer su propia legalidad y que dejó que la violencia se le fuese de las manos? Un mal –el largo franquismo– no puede servir para justificar otro mal, una República ineficaz y fuera de control, antesala además de una dictadura comunista.

Parece injusto que Sánchez, que representa a todos los españoles –a los que añoran aquella República y a los que no–, suplante la voluntad general y ensalce desde el Gobierno un fracaso histórico que contribuyó a provocar una terrible guerra civil. Rinda homenaje a lo que hoy disfrutamos, el gran país de la democracia de 1978. Aparque las rencorosas revisiones del pasado, las venganzas imposibles mirando al retrovisor, la épica mendaz de quien quiere reivindicar una Arcadia tricolor que nunca existió. En resumen: deje de renegar del país al que sirve (aunque sea de rebote y por un rato).