ABC 22/02/15
EDITORIAL
· El próximo martes se celebra un Debate sobre el estado de la Nación marcado por el fin del bipartidismo hegemónico. Los mensajes de Rajoy y Sánchez tienen un auditorio cambiante
EL próximo martes se celebra en el Congreso de los Diputados el Debate sobre el estado de la Nación, que marcará el inicio de un largo año electoral y enfrentará a Gobierno y oposición en una situación inédita en la historia democrática reciente. Hasta ahora, el Partido Popular y el PSOE entendían este debate como un mano a mano que reflejaba el bipartidismo hegemónico, de manera que sólo se tenían el uno al otro como destinatarios de sus críticas. Esta vez, las cosas han cambiado. La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas reflejaba un dato muy revelador: populares y socialistas no sumaban más del 50 por ciento de los votos estimados. Por eso, tanto Mariano Rajoy como Pedro Sánchez son conscientes de que sus mensajes, los de este próximo debate parlamentario y cualesquiera otros que lancen en los próximos meses, tienen un auditorio cambiante, sin las lealtades de voto de antaño y dispuesto a prestar atención a otras opciones. Mariano Rajoy es un gran parlamentario y lo demuestra en este tipo de confrontaciones, pero la opinión pública pide hoy algo más que duelos retóricos, porque su estado de ánimo está para pocas contemplaciones. La evolución de la economía concede al Gobierno numerosas bazas frente a la oposición socialista, aunque la experiencia de algunos errores cometidos en los últimos meses por culpa del triunfalismo aconseja a Rajoy prudencia en las valoraciones y empatía con los problemas de los ciudadanos. Además, la parte de su electorado que está disgustada con la falta de acción política y las contradicciones del gobierno con el programa electoral empieza a mirar de soslayo a otras formaciones, como Ciudadanos. El PP no puede dar por hecho que la única opción de sus votantes abstencionistas será volver a votarle.
El líder socialista, Pedro Sánchez, tiene una papeleta mucho más complicada que Rajoy, pues no hay encuesta que no le augure el peor resultado electoral de la historia del PSOE, relegado a una tercera posición tras Podemos. Sánchez tiene la urgencia de reparar los daños causados por el golpe de mano en Madrid, pues, por muy justificable que fuera la defenestración de Tomás Gómez en términos electorales, la dirección del PSOE no se libera del estigma de haber vulnerado el resultado de las primarias madrileñas, arruinando la democracia interna socialista. Si entre el debate del martes y las elecciones generales median muchos meses, no ocurre lo mismo con la primera cita electoral nacional, las autonómicas y locales del mes de mayo. Y en estos comicios, en los que los nombres de los candidatos valdrán, en muchos casos, más que las marcas de los partidos, se verá claramente qué tendencia puede determinar el próximo Gobierno de España.