JUAN CARLOS VILORIA-EL Correo

  • Guerra augura lo contrario del futuro fascinante que ofrece el sanchismo
Al día siguiente del rechazo de las enmiendas a la totalidad de los Presupuestos con ayuda de los votos de Bildu, Sánchez no hizo declaraciones. Pero una imagen vale mil palabras. Se fue a Pamplona a retratarse con Chivite, presidenta gracias a su pacto con Bildu y a punto de sacar por segundo año sus Presupuestos gracias al acuerdo con Euskal Herría Bildu. No hacían falta declaraciones ni ruedas de prensa. El medio fue el mensaje. El mensaje era bendecir y avalar los pactos políticos o presupuestarios que se construyan gracias a lo que fue el brazo político de ETA. Es decir, su propio pacto con Otegi para reforzar el bloque de la investidura que le permite seguir en el poder. Otegi nunca ha condenado el terrorismo. Ni lo hará. Más de un año antes de que ETA anunciase que dejaba las pistolas, un infiltrado del CNI le contaba a uno de sus contactos que la negociación con Zapatero para dejar de matar tenía dos condiciones: Una, «el pasado, ni tocar»; dos, «lo dejamos todos juntos, sin escisiones». El pasado, ni tocar. Una de las claves de la negociación. Curiosamente lo único que dijo Sánchez en Pamplona después de bendecir a Chivite y su política de amnesia fue: «España dice, por fin, adiós al pasado y abre la puerta al futuro».

El futuro que el presidente va presentando en su gira por las comunidades tiene una cara A y una cara B. La cara A es lo que han venido a llamar ‘Plan de Recuperación, Transformación y Resilencia’. Ayudas a autónomos, ejecución rápida de los fondos europeos; apuesta estratégica por la educación… Y, precisamente, la educación es parte de la cara B del futuro que propone el presidente. Educación en la que se tacha el español como lengua vehicular en la enseñanza, paso de curso con dos suspensos y marcaje ideológico a la concertada. La cara B tiene pues zonas de sombra como los acuerdos con Bildu. Eso es lo que ha hecho salir de su retiro a Alfonso Guerra, que parece el depositario de los valores éticos y políticos del PSOE. Y ha hecho un diagnóstico aciago: «El Gobierno está incurriendo en decisiones absurdas de calado simbólico y cuando una sociedad acepta lo absurdo sin reaccionar es una sociedad en decadencia». El oráculo de los rescoldos del PSOE pronostica justo lo contrario del futuro fascinante que ofrece el sanchismo. Decadencia y autoritarismo.

El historiador Arnold Toynbee, cuando escribe de la decadencia de las naciones, señala que las causas principales provienen del deterioro de la minoría creativa que degenera en minoría dominante, lo que fuerza a la mayoría a obedecer, sin merecer obediencia. La incógnita es si la sociedad española tendrá o no capacidad de reacción.