Comida en casa de un matrimonio amigo. Buena gente que, como casi todos los que creímos ser de clase media, se palpan las ropas al verse tan capitidisminuidos. Cuando nos vemos solemos hablar de libros, cine, historia o nos entregamos al peligroso deporte de recordar nuestra juventud, aquel tiempo en el que nos creíamos invencibles.
Estábamos ya en los cafés y el braç de gitano, dulce de nombre políticamente incorrecto, cuando llega la hija única de nuestros anfitriones. Nos da un beso desganado, como si fuera un trámite. Huele a cerveza, a sudor agrio, a cigarrito de la risa. Si va así a estas horas no sé qué se guardará para la noche, pienso. Le pregunto qué que tal y me dice que viene de la ofrenda de flores a Companys, en el cementerio de Montjuic, fusilado por el facha de Franco, que era un facha peor que Hitler y mató a millones de españoles durante años; a Cataluña la sometió metiendo en la cárcel a media región y, además, era amigo de los norteamericanos, que vaya otros cabrones fascistas. Mis amigos la escuchaban como quien oye llover. La costumbre. Si te ves obligado a convivir con alguien tan vacío de intelecto como atiborrado de tópicos mendaces, lo mejor es emitir algún ruidito y mover la cabeza. O eso, o enviarlo escaleras abajo.
Decido experimentar hasta dónde llega esta tipa que tiene más mierda en el pelo que la funda de un jamón. Pongo cara de bonico y le pregunto si Companys y la Generalitat republicana no habían fusilado a nadie. Ella me dice que menos que Franco y, además, si los fusilaron sería porque eran unos fascistas. Con mi sonrisa de mandarín oriental, empleada a lo largo de los años con éxito notable, continúo diciéndole que parece que en la política española también hay muchos fachas, a lo que aquella gandula de cerca de treinta años que no ha pegado palo al agua en su vida, se yergue en el sillón en el que estaba desparramada para decirme que I tant!, por supuesto, porque los fachas eran como las ratas. Una comparación, pienso para mí, que ya hizo Goebbels respecto a los judíos. Sigue hablando de que en el PP son muy, pero que muy fachas, fíjate, hasta hay muchos que van a misa, y el PSOE también, unos fachas traidores, y VOX, bueno, a los de VOX habría que darles matarile porque no hay derecho que quienes simpatizan con Hitler – y dale molino – vayan por ahí a sus anchas. Y a quienes los votan, lo mismo, que la culpa es de los borregos que no son de izquierdas. Con la misma cara que pone uno cuando se va a confesar, pregunto quiénes son entonces los de izquierdas y ella, con orgullo de marisabidilla, me dice que, hombre, ¿quiénes van a ser?, Puigdemont, las CUP, Arran, los de Bildu, esos, esos sí que tienen cojones y Podemos. Al hacerle notar que yo no me aclaraba entre Sumar y Podemos, ella, con mirada magnánima, me dice que es normal, porque la prensa miente mucho y quiere hacernos creer que están peleados, pero que todos apoyan a Pablo Iglesias y a Yolanda Díaz. Gran estupefacción por mi parte. Todavía me queda una última pregunta: i d’aquest embolic d’Israel y Gaza que en penses, bonica?, del lío entre Israel y Gaza que piensas, guapa. Ha sido como si le hubiera pinchado en salva sea la parte. Muy seria, bueno, todo lo seria que le permitía la media estocada que llevaba, me ha dicho que no la llamara bonica porque eso era un micromachismo, para añadir con gran número de expresiones y visajes que había que lanzar una bomba atómica en Israel y no dejar ni a un judío vivo. Endlösung der Judenfrage, he musitado, la solución final para los judíos. Ni se ha enterado. Se ha ido sin decir ni mú trastabillando por el pasillo hasta su habitación para dormir, según sus padres, hasta las once o las doce de la noche, momento en que volverá a irse de juerga. Cuando nos hemos despedido les he dicho «Os felicito, tenéis a una antifascista de manual en vuestra casa». Y esto es lo que hay.