La sociedad francesa, más específicamente, la izquierda francesa, ha ido demasiado lejos en la legitimación del terrorismo italiano, para ser capaz de reparar a corto plazo los males causados. Ese ambiente de legitimación es el que explica la bochornosa historia de Petrella y de otros asesinos italianos refugiados en Francia, con el apoyo del Estado francés y de una buena parte de su sociedad.
Marina Petrella es una italiana que comparte experiencias vitales con José Ignacio de Juana Chaos. Ella también es terrorista y asesina. Y como De Juana, jamás ha mostrado el más mínimo arrepentimiento por unos crímenes que componen, eso sí, un currículo mucho más modesto que el del español. Fue condenada hace años en Italia por el asesinato de un policía, por las heridas graves a su chofer, por el secuestro de un magistrado y por varios atentados sin víctimas. Así como de Juana, fue condenada a miles de años, en su caso, a cadena perpetua, pero cumplió cuatro, lo que no iguala el record de De Juana, poco más de un año por cada asesinato, pero se acerca.
Petrella ha hermanado su vida con De Juana, sin embargo, con otra experiencia vital especialmente interesante para los españoles; ha conseguido ser liberada de una prisión francesa, donde estaba a la espera de la extradición solicitada por Italia, con una especie de huelga de hambre. Las autoridades francesas han decidido la semana pasada que Petrella, huida en Francia desde 1986, necesita de las condiciones adecuadas para recuperarse. Como De Juana en su día, para recuperarse de su propia huelga de hambre.
Y no porque las autoridades francesas estén negociando con las Brigadas Rojas, el grupo terrorista italiano con el que Petrella asesinó y secuestró, sino porque Francia lleva veinte años protegiendo a los terroristas italianos huidos de las condenas en su país. Éste es el escándalo francés. Un escándalo iniciado por François Miterrand en 1985, cuando se comprometió a dar asilo a los terroristas que hubieran renunciado a la violencia. Y que ha mantenido un vergonzoso refugio para criminales en el corazón de la Europa democrática.
Jacques Chirac comenzó a poner coto al escándalo en 2004 y Sarkozy ha insistido en esa vía de rectificación. Pero la sociedad francesa, más específicamente, la izquierda francesa, ha ido demasiado lejos en la legitimación del terrorismo italiano, para ser capaz de reparar a corto plazo los males causados. Ese ambiente de legitimación es el que explica la bochornosa historia de Petrella y de otros asesinos italianos refugiados en Francia, con el apoyo del Estado francés y de una buena parte de su sociedad.
Oficialmente, el proceso de extradición sigue adelante, pero hay que ser escéptico sobre su éxito. Al fin y al cabo, Petrella huyó de Italia en 1986 y hace 22 años que Francia impide que cumpla su condena. Y su caso no es único, ni siquiera el más escandaloso.
Otro terrorista italiano que también comparte experiencias vitales con De Juana, Cesare Battisti, avergüenza aún más a muchos ciudadanos franceses. Después de ser condenado en Italia a cadena perpetua por el asesinato de cuatro personas y de huir a Francia, este terrorista se hizo escritor. Bien es verdad que con más enjundia literaria que De Juana. Battisti lleva varios libros en su haber y De Juana no ha pasado de los artículos y de la voluntad de ser escritor.
También la red social de apoyo que protege a Battisti es de mucho mayor envergadura que la De Juana: la mayor parte de la izquierda francesa, incluido el Partido Socialista, que eso sí es apoyo a lo grande. Cuando en 2004 lo detuvieron para extraditarlo a Italia, el mismísimo François Hollande lo visitó en prisión para expresarle su apoyo. Otra puesta en libertad con teórico control judicial tan inexplicable como la de Petrella le permitió escapar a Brasil, donde aún siguen reflexionando sobre su extradición.
España, tan comprensiva hasta los años noventa con el terrorismo etarra, no está en condiciones de dar ninguna lección en este terreno a Francia. Pero lo que es sorprendente es la persistencia de la izquierda francesa en este terrible error hasta hoy.
Todavía hace unos días, el semanario Le Nouvel Observateur ofreció su foro de internet a los portavoces de una red de apoyo a Petrella. Les preguntaron por la falta de arrepentimiento de la asesina. Contestaron que lo de las Brigadas Rojas fue una guerra civil, que Petrella cogió las armas para hacer una revolución y que es una altruista que puso en peligro su propia vida y su libertad. Lo mismo que en «Gara», pero en el seno de una respetable revista francesa y en verano de 2008.
Edurne Uriarte, ABC, 11/8/2008