Kepa Aulestia-El Correo

  • El PNV no está para ceder espacio alguno a la otra expresión del abertzalismo

Los partidos coaligados en el gobierno de la mayoría de las instituciones vascas, PNV y PSE, no han dudado ni un segundo en convalidar su alianza frente al primer puesto obtenido por EH Bildu en Gipuzkoa y en Vitoria. Ni siquiera han creído necesario escenificar una ronda de contactos. Tampoco han visto conveniente explicar por qué orillan a la izquierda abertzale, dando por sentado que responde a una lógica socialmente aceptada. Exponer hoy las razones por las que se impide a EH Bildu presidir la Diputación de Gipuzkoa y el Ayuntamiento de Gasteiz sería tanto como ofrecer argumentos a la oposición.

El PNV no está para ceder espacio alguno a la otra expresión del abertzalismo. Aunque corre el riesgo de pasar página a lo sanchista, interiorizando que su pérdida de votos se ha debido a un castigo injusto provocado por contestaciones injustificadas a su gestión. La ola reaccionaria impulsada por poderosas fuerzas que ha identificado Pedro Sánchez como causa de su revés sería, en el caso de los jeltzales, la ola orquestada en distintos sectores para erosionar la credibilidad del PNV. De modo que solo se trataría de hacer lo mismo, explicándolo mejor. Uno de los errores reiterados desde que la política es comunicación es que los partidos tienden a imputar sus males a la comunicación, y no a la política y el cansancio que genera.

El efecto más paradójico del 28-M es que, tras cinco años de paulatina aproximación entre La Moncloa y EH Bildu, el reloj que parecía avanzar hacia la eventualidad de que en algún momento la izquierda abertzale y los socialistas vascos pudieran establecer una alianza mayoritaria imbatible para los jeltzales no solo se ha parado. Ha retrocedido. La reedición del pacto PNV-PSE para diputaciones y ayuntamientos preludia su continuidad en el Gobierno autonómico tras los comicios de 2024. Con lo que el supuesto de una alianza de izquierdas transversal en términos identitarios, a la que se adheriría el espacio hoy morado, se retrasaría muchos años. Especialmente si Alberto Núñez Feijóo llega a La Moncloa, EH Bildu reacciona desempolvando su independentismo, y los socialistas vascos no puedan arriesgarse con experimentos.

Pero la ‘politique politicienne’ puede consumir en los próximos años energías que no sobran ni en Bilbao. El debilitamiento de la fórmula PNV-PSE frente a la subida de EH Bildu va a realzar la dialéctica gobierno-oposición en las juntas generales y en los ayuntamientos. Lo que podría trasladarse también a la relación entre instituciones. Este es un tema que se ha evitado siempre; uno de nuestros tabús patrios. Gipuzkoa se ha visto lastrada durante décadas porque la enriquecedora pluralidad y la sana alternancia en el gobierno de las instituciones no han sido eficientes a causa de que se rehuía el consenso en torno a retos y proyectos. La Bizkaia jeltzale sin interrupciones ni excepciones locales significativas cogió ventaja, aunque ahora puede verse también lastrada. El entendimiento interinstitucional es la asignatura que deberán aprobar de inmediato la coalición PNV-PSE y EH Bildu. Que los intereses comunes de los vascos prevalezcan sobre las diferencias partidarias más ideologizadas.