José Alejandro Vara-Vozpópuli

«Ayuso tuvo en su mano dinamitar el PP», asegura Federico Jiménez Losantos en El retorno de la derecha (Espasa), una vivisección sin anestesia del ala diestra del tablero nacional. Desde su victoria en las elecciones autonómicas de mayo de 2021 hasta el bestial ataque de Pablo Casado en febrero de 2022, la presidenta madrileña tuvo ocasión y, quizás, motivos para acabar de una vez por todas no sólo con el PP, sino para descuajaringar a la derecha al menos por un par de décadas. No lo hizo, pese a que muchos se lo pidieron. Pudo blindarse en su despacho de la Puerta del Sol, creando una corriente interna en el seno del PP o pudo crear el suyo propio, «a la espera de ver desfilar el cadáver de Casado», apunta FJL.

Pocos políticos han sido tan salvajemente atacados como la lideresa madrileña, desde el momento mismo en el que, por un singular efecto rebote, se encaramó en el vértice de Sol

No lo hizo «por respeto excesivo al partido». Aquella herida, aquella crisis, aquel episodio de ambición y celos, se cerró mal. Teo, el Yago de Casado, siguió en su escaño durante meses, sin reproche público alguno. También permanecen, con voz y galones, algunos alfiles del depuesto Otelo, como Cuca Gamarra o Javier Maroto.

Ayuso no dinamitó a su partido, ni achicharró a la derecha, ni hizo más sangre de la necesaria. Pasó página, prosiguió firme en su empeño, hostigada sin tregua tanto desde fuera como intramuros de sus cuarteles. Pocos políticos han sido tan salvajemente atacados como la lideresa madrileña, desde el momento mismo en el que, por un singular efecto rebote, se encaramó en el vértice de Sol. Acaba de vencer por goleada en los comicios del domingo, una mayoría absoluta del 48 por ciento y 71 escaños, sólo superada por la de Esperanza Aguirre de 2019 con 52 por ciento y 72 escaños. Claro que no existían ni Vox ni Ciudadanos, lo que relativiza el efecto global de las victorias.

El PP es partido de fieras damas, nombres ilustres del animalario político. Esperanza Aguirre, Ana Botella, María San Gil, Ana Loyola de Palacio, Rita Barberá, Luisa Fernanda Rudi, Fátima Báñez. Luego anduvieron por ahí Soraya Sáenz de Santamaría y Ana Pastor, entregadas marianistas. Y además, el trío de ases que ocupan un espacio relevante en las apasionantes páginas de la obra de FJL. Cayetana Álvarez de Toledo, castigada y maltratada, la más brillante del lugar, que se defiende ella solita en Políticamente indeseable, uno de los títulos de no ficción más notables que se han publicado por aquí en los últimos tiempos.

Su papel en la nueva era gallega del PP está por dilucidar.

Cospedal, que pudo haber sido la mujer más importante de la política española, por dentro y por fuera (doce vueltas le daba a Merkel y doscientas a Ségolène) tuvo que apearse de la vida pública en marcha

El encuentro con Dolores Cospedal, en su despacho del Ministerio de Defensa, en una tarde de viernes en un Madrid que se adentraba ya en el verano, es uno de los capítulos más interesantes y reveladores de este vademécum de la familia conservadora. Tras la turbia y nada heroica salida de Mariano Rajoy, el PP se disponía a celebrar unas primarias, algo nuevo en su historia. Cospedal dudaba, y se confiesa a Federico, en una mesita con dos sillones, con un café muy aguado de por medio, y una distancia estrecha y ‘apabullante’ entre ambos. La entonces titular de Defensa, una de las «niñas asisinassssh» de Mariano, desvela sus planes. Va a presentar su candidatura. «Contra Soraya y lo que representa, Prisala Sexta, Mauricio y los demás, ten por seguro que vamos a estar». Un episodio crucial, un momento decisivo en la poco honorable vida del PP. Cospedal, que pudo haber sido la mujer más importante de la política española, por dentro y por fuera (doce vueltas le daba a Merkel y doscientas a Ségolène) tuvo que apearse de la vida pública en marcha por una serie de inconveniencias que luego los juzgados descartaron.

El votante la quiere porque «ve en ella la ideología, la ética y la estética que la derecha ha olvidado en 45 años de democracia». Esta es la clave de la cuestión

Finalmente, Ayuso, de un hermetismo tímido y una prudencia coriácea, aparece reflejada, casi psicoanalizada, en el retrato más expresivo, vivo, intenso y completo de cuantos se han realizado sobre la dirigente política del momento. ¿La clave de su éxito? Al margen de su intuición inusual, su reflexivo arrojo, su simpatía comedida, y su hermosa mirada, como de ‘Pola Negri’ dice el autor, el votante la quiere porque «ve en ella la ideología, la ética y la estética que la derecha ha olvidado en 45 años de democracia». Esta es la clave de la cuestión.

La derecha desprecia a su base social, o la rehúye, o la ignora. Para Ayuso es su única guía, su motor, la única razón de su compromiso. No hay trucos, ni magias, ni geniales gurús ni asesores sicalípticos.

Acaba de sacudirle a Sánchez otro directo a la quijada. Las elecciones, cierto, las ganó tanto el PP en Madrid como en otras regiones y ayuntamientos. Victorias, naturalmente, conducidas por Feijóo, el guía prometeico de esta derecha que vuelve. Pero es el puño de Ayuso el que deja grogui al zangolotino, el que le castiga el hígado, le quiebra el mentón. Tan es así, que cuatro días después del escrutinio que derribó al PSOE, la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, acusaba a la jefa madrileña de trumpista, bolsonara, miembro de la secta de la ultraderecha y otras delicias recitadas con penosa torpeza.

Un lustro ha fatigado ya Sánchez en el empeño de machacarla. Ya se dio por vencido. Sólo le envía liliputienses a medirse con ella en las urnas. Quizás yerra,. Miles de votos que avalaron a los Mazón, los Azcón, las Buruagas y demás líderes regionales ahora ascendidos a la categoría de caciques regionales, llevaban el nombre de la lideresa en su reverso y en su ánimo. Ayuso y Feijóo, la pareja eficaz, el ticket que derogará al sanchismo antes de que desgaste el colchón. ¿Hasta cuándo durará la coexistencia entre ambos líderes del PP? FJL remite, con navideña bondad, a lo de Aron sobre la guerra USA-URSS: «Paz, imposible; guerra,, improbable».