PEDRO CHACÓN-EL CORREO

  • Malos tiempos para el cooperativismo, para la economía y para cualquier intento de asimilar lo ocurrido en el grupo Mondragón con una actuación política

En todo este proceso de desvinculación de las empresas Ulma y Orona del seno del cooperativismo representado por la matriz Mondragón es obvio que se han hecho traslaciones del plano económico al social y político en el fuero interno de cada participante y observador de todo el proceso. Pero se ha preferido obviar esa conexión por varias razones.

Primera de todas, porque un simple análisis de la cuestión nos lleva a verla como algo puramente empresarial donde dos compañías, punteras en sus respectivos ámbitos, incluso a nivel mundial en algunos sectores de su actividad, han decidido que van mejor solas. Y aquí lo que hay que pensar, aunque no se ha hecho explícito en los titulares, es que no querían seguir aportando a un régimen común cooperativista de pérdidas-beneficios que claramente les perjudicaba. Por otra parte, se dice que nadie pone en cuestión los valores del cooperativismo: pues que venga Dios y los vea. Si solo queremos estar a las maduras pero no a las duras, todo el sistema ideado por el padre Arizmendiarrieta en plena etapa desarrollista del régimen franquista, basado precisamente en eso, en colaborar para lo bueno pero también para lo malo, se viene abajo de un plumazo.

Segunda, porque hacer una traslación del plano económico al político, convirtiendo a Oñati y Hernani, sedes respectivas de Ulma y Orona, en una especie de microEuskadis que se separan del Estado opresor, identificado con la cooperativa nodriza Mondragón, no podría llevarse demasiado lejos. Y eso que algún directivo de estas empresas ya salió diciendo que tras el contundente resultado de las votaciones «habían recuperado su soberanía plena». Y no puede hacerse por varias razones. Está el hecho de que muchos socios han tenido que desplazarse para votar en vuelos chárter hasta aeropuertos cercanos, como el de Noáin, procedentes de Madrid, Barcelona, Málaga, Alicante, Valencia o Sevilla. Lo cual quiere decir que el cooperativismo vasco no está integrado solo por gente de nuestra comunidad, sino de otras del resto de España. Y tampoco es cierto que vaya a haber una desvinculación completa de Mondragón, ya que seguirán funcionando con el sistema de seguros Lagun Aro y vinculadas a la Universidad de Mondragón en lo que tiene que ver con el ámbito investigador y tecnológico. Lo cual también viene a redundar en una crítica a las empresas ahora ya desvinculadas: me quedo con lo bueno del sistema al que abandono, pero me quito lastre de lo que me perjudica.

Tampoco se ha querido hacer una lectura abiertamente política del caso porque la verdad, por todo lo que venimos diciendo, no daría muy buen ejemplo a la ciudadanía. Los gestores de la Corporación Mondragón aceptan los resultados de las votaciones, como no podía ser de otro modo, qué iban a decir. Pero que salga del sistema un 10% de sus cooperativistas que, en números redondos, producen una cuarta parte de la actividad de todo el grupo, pues ya me dirán si es plato de gusto para nadie. También aquí, en una traslación del plano económico al político, no hay punto de comparación con lo que representa Euskadi actualmente, en términos de población y de productividad, respecto del total nacional.

En definitiva, que estamos viviendo malos tiempos para el cooperativismo, para la economía y, por tanto, para cualquier intento de asimilar lo ocurrido con una hipotética actuación política en el mismo sentido: nos vamos. Porque en economía, como en política, la unidad es un valor irrenunciable; sobre todo, la unidad preexistente, no la forzada. La unidad alcanzada al cabo de mucho tiempo de colaboración, de cooperativismo y que ha dado como resultado todo un mundo de conexiones, relaciones, interdependencias que no se pueden tirar por la borda en una mañana de votación. Votaciones a las que los socios cooperativistas acudían y de las que salían diciendo siempre lo mismo: no estamos enterados hasta el detalle de lo que aquí se está dirimiendo, pero confiamos en nuestras directivas, que sabrán lo que hacen. Bueno, que sabrán lo que hacen o no. Las directivas lo que quieren son resultados y piensan que solas irán mejor que unidas. Ya veremos si vienen dificultades y no se tienen que acordar del colchón mullido de la Corporación Mondragón, como pasó cuando cayó Fagor y gran cantidad de puestos de trabajo fueron recuperados.

Que es mejor ir juntos que separados, todo el mundo lo reconoce en su fuero interno. Lo que pasa es que, como estamos tan imbuidos de una cultura política que solo piensa en la desvinculación respecto del resto de España, no se quiere reconocer con rotundidad. No vaya a ser que nos confundan con centralistas opresores. Pero que hemos asistido a un fracaso en toda regla del modelo cooperativista, de eso nadie puede dudar, se mire como se mire.