TONIA ETXARRI-EL CORREO

No hay complots ni golpes de Estado, pero las instituciones públicas de nuestro país están atravesando uno de los momentos más críticos de la democracia porque se está socavando su credibilidad desde instancias que deberían estar remando en la dirección correcta: la de conservar la convivencia conseguida desde la Transición. Pero la crispación se ha situado por encima de los llamamientos al sosiego. No es cierto que el PP, por haber recurrido ante el tribunal de garantías, haya pretendido «enmudecer» a las Cortes Generales, como dijo ayer el presidente del Gobierno a Feijóo, en su cara a cara en el Senado.​​

Lo que ha ocurrido es que el PSOE y Unidas Podemos pretendían, a través de dos enmiendas exprés, modificar el sistema de nombramientos por parte del Poder Judicial para eludir la mayoría reforzada (3/5) y sustituirla por la mayoría simple y, de paso, eliminar la potestad del Tribunal Constitucional de verificar la idoneidad de los nuevos magistrados. Materias que no tenían conexión alguna con la reforma penal y que, por eso, se consideró que infringía el procedimiento parlamentario y atentaba contra el principio de seguridad jurídica. De ahí el recurso del PP. De ahí la suspensión del tribunal, que ha sido calificada, hasta la saciedad, de ser una medida «sin precedentes». Se ha abusado de la exageración porque el PSC utilizó la misma vía. Años 2017 y 2018. Con recursos de amparo presentados tres ocasiones para frenar que los derechos de la oposición fueran conculcados en el Parlamento. Y entonces nadie le acusó de querer amordazar a la Cámara catalana. Pero así estamos. En el qué según con quién.

Ayer Feijóo, que está subiendo enteros entre la ciudadanía de la izquierda desencantada después de su iniciativa judicial (un millón de votantes que detectan tanto los sondeos del PP como los de La Moncloa) quiso aferrarse a las promesas de Sánchez, no para recriminarle el viraje sino para creer en aquel Pedro constitucionalista del 2019. Pero Sánchez se lo tomó como un insulto. Son las formas de Feijóo, en fin, las que sacan de sus casillas al presidente del Gobierno, que acaba añorando a un Casado más montaraz y frentista. Feijóo llegó a poner en un aprieto escénico a Sánchez cuando le dijo que muchos socialistas no le van a seguir porque ya no le creen. Ahí hurgó en la herida. A las voces críticas del exministro César Antonio Molina y el contundente José María Mohedano, se ha unido el ex fiscal general Eligio Hernandez, que no ha podido ser más tajante al sentenciar que «Sánchez desnaturaliza la Justicia».

Que la izquierda que está gobernando se resiente por sus últimas iniciativas legislativas en los sondeos no lo pone en duda ni el CIS de Tezanos, que acaba de reducir a dos puntos la ventaja del PSOE sobre el PP en comparación con el mes pasado. Por la supresión de la sedición y la rebaja de la malversación. Castigo al Gobierno, en plena polémica judicial, que seguirá teniendo que contentar a todos sus socios.