José María Múgica-Vozpópuli
  • Lo peor es la resignación del PSOE a entregarse de nuevo, tras las próximas elecciones generales, a los destinos del actual Gobierno de coalición que explotó hace ya tiempo

Las coaliciones electorales, en cualquier país democrático, tienen por característica esencial un programa de Gobierno que se pacta al principio de la legislatura. Así las diferencias inevitables que existan entre las fuerzas que componen esas coaliciones se someten a una política de acuerdos. Es el único modo de preservar esas coaliciones. Prueba evidente es el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), que destina cientos de folios a especificar el programa de Gobierno que pacta con su socio de coalición.

Así ha sido siempre en los países de Europa desde el principio de las democracias. Y sin embargo, para nuestra desgracia, no sucede ahora en España. Aquí, la coalición de Gobierno entre PSOE y Podemos está explotando a la vista de todos los ciudadanos.

No sólo es la reforma de la extravagante y peligrosa ley del “Sólo sí es sí”, en que las ministras de Podemos se han empecinado en oponerse a su imprescindible modificación. A pesar de casi mil rebajas de penas y con ya más de cien excarcelaciones de depredadores sexuales, Podemos ha pretendido que ese desastre legal no requería reforma. La que sí ha llevado a cabo el otro socio de Gobierno -el PSOE-, con el voto favorable del Partido Popular.

Lo insólito es que esas ministras de Podemos no hayan dimitido ante lo que consideran una afrenta de la parte socialista del Gobierno, y ante la agresión que han causado a la población. Como insólito resulta que, en un Gobierno de coalición, una parte vote una reforma legal a la cual la otra parte se opone.

Y así, a lo largo de meses pasados ya, viene observándose una distancia creciente entre ambos socios de Gobierno. Ya sea en política exterior, en cuestiones trascendentes para España como la guerra de Ucrania o las relaciones con Marruecos. Ya sea en política interior, no sólo la ya citada reforma de la ley del “Sólo sí es sí”, la impugnación de la monarquía constitucional, sino en las permanentes descalificaciones de Podemos hacia el PSOE: en política de vivienda, se tilda de electoralista la posición del presidente Sánchez, en vista de su propuesta de ofrecer 50.000 viviendas de la Sareb para alquiler a precios asequibles –viviendas que por otro lado casi ni existen para ese fin–. Si el Gobierno, con esas contradicciones, y tantas más, que evidencian la existencia de dos gobiernos, no se rompe, es evidente que responde a la nula voluntad de las dos partes para poner fin a una coalición que no funciona. Y así, seguir gobernando como si tal cosa antes de reconocer que esa coalición está fracasada.

Tan fracasada como el hecho de que emerja ahora una tercera fuerza política capitalizada por la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz. Ungida para esa labor por Pablo Iglesias -que no está, pero está entre bambalinas al frente de Podemos–, la señora Díaz se dispone a competir en el panorama político español con Sumar de la que sólo se alcanza a entender en estos momentos su carácter anti-Podemos. “Una ensalada de hostias”, como ha definido la situación su antiguo mentor Pablo Iglesias.

Ahí aparece Yolanda Díaz, quien se desliza en un maremágnum de agitación y propaganda donde no hay programa político mínimamente lúcido

Al cabo, estamos asistiendo a los evidentes signos de debilidad de Podemos, de entrada ante las próximas elecciones municipales y autonómicas del próximo 28 de mayo. Y como cualquier espacio político que se reduce por uno tiende a intentar ser ocupado por otro, ahí aparece Yolanda Díaz, quien se desliza en un maremágnum de agitación y propaganda donde no hay programa político mínimamente lúcido. Más parece ser una parodia populista, que otra cosa; más parece estar cerca de un bluff que de un proyecto populista mínimamente serio, por más que populismo y seriedad sean una contradicción en sus propios términos.

Allá el presidente del Gobierno con su empeño en favorecer las opciones de Sumar. Su puesta en valor más bien puede ocasionar una resta electoral del propio PSOE. Al final, evocando el artículo “La crisis española” de Nicolás Redondo Terreros -publicado el pasado domingo por Vocento-, sucede que: “Cuando los aliados son débiles, desleales o tienen objetivos opuestos, la conclusión es inevitable … hay momentos que aunque el cielo se caiga y las ambiciones personales se frustren, debemos decir un rotundo no”.

En efecto, ese aliado del PSOE es débil, y lo verificaremos en las próximas elecciones del 28 de mayo. Es desleal, y lo seguiremos viendo en sus críticas al sector socialista del Gobierno. Y tiene objetivos opuestos al sentir general de la nación española, pues impugna nuestro sistema político, incluyendo la Transición y la Constitución del 78, clave de bóveda de nuestra convivencia.

Allí donde siempre anidó la voluntad autónoma de no tener que depender de otros aliados, hoy surge en el PSOE una profunda resignación a depender de ese aliado demediado

Lo peor, con todo, es la resignación del PSOE a entregarse de nuevo, tras las próximas elecciones generales a finales de 2023, a los destinos del actual Gobierno de coalición que explotó hace ya tiempo. Va contra sí mismo e invierte la tradición del PSOE en nuestros más de cuarenta años de democracia. Allí donde siempre anidó la voluntad autónoma de no tener que depender de otros aliados, hoy surge en el PSOE una profunda resignación a depender de ese aliado demediado. O a la integración de Podemos en Sumar, si es que ésta finalmente se produce. Es el pacto con el populismo que agrieta nuestras instituciones, deteriora profundamente la política española y, por añadidura, hace naufragar al PSOE.

Y hay que hablar de los otros aliados imprescindibles para este PSOE que ha mutado hacia posiciones incomprensibles y que rompen con su pasado. Uno es EH Bildu, formación política heredera del terrorismo de ETA. Y el otro es ERC, empeñado una y otra vez en volver a hacer lo que hizo el 1 de octubre de 2017, un golpe de Estado, y en destruir la comunidad de ciudadanos en Cataluña. Nada bueno puede surgir de esos aliados indeseables cuyo único y explícito objetivo es “tumbar el régimen del 78”. Y ante ellos, de nuevo, la resignación del PSOE de ofrecer su alianza con ellos como única vía tras las próximas elecciones generales.

Es así como la realidad cae y la historia de España se degrada. Volviendo al ya citado artículo de Nicolás Redondo Terreros: “La historia no define responsabilidades concretas para sus protagonistas, simplemente muestra a las generaciones futuras si se estuvo o no a la altura de los retos que les tocó enfrentar; dirá si nuestros políticos fueron capaces o siguieron enfangados en la política de campanario y tribu que hoy prevalece”.

Así parece que continuaremos en este año electoral, en una política de tribus identitarias y de trincheras sociales que nada aportan al país, sino que nos lo corroen más cada día que pasa.