José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- Lo peor para la coalición es su carencia cohesiva que agudiza el papel de Yolanda Díaz, socia y adversaria del PSOE. Ayer activó su proyecto Sumar con el Gobierno deshilachado y Sánchez en trashumancia internacional
El Gobierno de coalición se deshilacha en su tónica ya habitual, pero con dos circunstancias agravantes: se están produciendo desmarques claramente inoportunos entre ministros del PSOE y aumenta la gravedad de estas derivas porque estamos en tiempos previos a la negociación presupuestaria y en una auténtica precampaña electoral. Se nota que Pedro Sánchez incrementa su trashumancia internacional —presidirá la Internacional Socialista en el mes de noviembre— en detrimento de la cohesión del Consejo de Ministros, al tiempo que ya parece suficientemente acreditado que el Ejecutivo carece de pívot, esa figura que se sitúa en las cercanías del tablero para recoger rebotes, anotar puntos y repartir juego ordenadamente.
Adicionalmente, el presidente del Gobierno tiene en el Gabinete a Yolanda Díaz, que es socia y, simultáneamente, adversaria. Tiene que ayudarla sin saber hasta dónde y, a la vez, disminuirla sin conocer hasta cuánto. Esta circunstancia interna en el Consejo de Ministros va a provocar más inquietud e inestabilidad a medida que el proyecto de la vicepresidenta vaya tomando forma. Ayer, la política gallega presentó a su equipo de coordinadores que se encargará de dar forma a su «proyecto de país» a diez años vista —sin desvelar si será un programa electoral— y que estaría listo para el próximo mes de febrero. Así, Sumar y su lideresa han entrado en capilla.
El proceso de «devolución» constitucional de competencias a las CCAA es irreversible
En este contexto nacional e internacional de tanta precariedad ocurren episodios como el de la salida en falso del ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, publicitando su opinión sobre una necesaria «recentralización» de las potestades fiscales ahora en manos de las Comunidades Autónomas. El planteamiento de una inconsistencia política llamativa en un Ejecutivo que se apoya en fuerzas políticas territorializadas, algunas de ellas abiertamente independentistas. Determinados conceptos en la política española han pasado a ser impronunciables para las fuerzas segregacionistas, y no solo para ellas: la recentralización y la armonización.
El proceso de «devolución» constitucional de competencias a las comunidades autónomas es irreversible y solo cabe plantear ya mecanismos de lealtad federal (en nuestro caso, autonómica) para evitar las constantes disfunciones de un Estado que es tironeado por fuerzas políticas que colaboran activamente con este Gobierno. Ahora, para contentar a los socios, diluir la verborrea de Escrivá y mantener la declinación de verbos peronistas, la ministra de Hacienda y vicesecretaria general del PSOE anuncia un impuesto temporal para «los ricos» que entraría en vigor el primero de enero. Hace poco más de dos meses los socialistas rechazaron esa nueva imposición, pero el debate fiscal obliga al PSOE a cuantas contradicciones sean necesarias para no perder terreno ante el PP. Según la encuesta de METROSCOPIA elaborada ayer, un 58% de los consultados considera «acertada» la supresión del impuesto de patrimonio anunciada por Moreno Bonilla. Tres de cada 10 votantes del PSOE, UP y nacionalistas ven bien la medida y en Cataluña un 44% es favorable a la supresión de esta figura fiscal frente al 43% que la mantendría.
Se nos quiere hacer creer que esa dinámica confusa y laberíntica es habitual en los ejecutivos de coalición. No es cierto
Otro tanto podría decirse de propuestas descoordinadas —improvisaciones— de miembros del Gabinete que sorprenden al propio Sánchez y, desde luego, a los demás miembros del Consejo de Ministros. A recordar el «chuletón al punto» que reivindicó el presidente para contrarrestar las declaraciones de Alberto Garzón sobre las características de nuestra ganadería, vertidas en un medio extranjero. Y a no olvidar la reacción del ministro de Agricultura oponiéndose —porque él es el competente en la materia— a topar el precio de los alimentos básicos en una cesta de la compra estandarizada, medida propuesta vehementemente por la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz.
Se nos quiere hacer creer que esa dinámica confusa y laberíntica es habitual en los ejecutivos de coalición. No es cierto. Hay matices y desmarques en todos, pero no alcanzan ni de lejos el nivel de conflictividad e incoherencia de este distócico pacto para el gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos que afecta al núcleo duro de políticas de Estado. Sin ir más lejos, la internacional que ha devenido tan decisiva como estratégica. Añádase a todo ello, la recurrente intrusión de algunos ministros en los campos competenciales de otros y se entenderá que al Gobierno le falta un paradigma de comportamiento previsible.
El bonapartismo del presidente retrae la viveza interna en el PSOE que se ha convertido en una carcasa al servicio de Sánchez
El mal que carcome la cohesión del Gobierno no solo responde a la artificiosa e inocultable incoherencia de la coalición y a las «malas compañías» que ha denunciado Emiliano García-Page, presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, sino también a una estructura orgánica del Ejecutivo en la que las vicepresidentas primera y tercera son técnicas, sin vis política y sin facultades explícitas de coordinación, y en la que no existe un pívot; es decir, esa figura que concite autoridad moral y facultades administrativas para establecer el campo de juego en el que debe moverse cada ministro y que determina qué corresponde decir, cuándo y dónde a cada uno de ellos en función tanto de sus competencias como de las circunstancias.
Por lo demás, el bonapartismo del presidente retrae la viveza interna en el PSOE, que se ha convertido en una carcasa al servicio de Sánchez con evidente vaciamiento del debate. Ese hiperliderazgo (¿compatible con el de Díaz?) está en la raíz de un equipo gubernamental en el que las figuras más sobresalientes son técnicas y sin peso en el partido y otras directamente ineficaces. El presidente quiere serlo todo y se ha olvidado de que la labor de equipo bien engastado es la que arroja la imagen positiva y ofrece la percepción de seguridad que ahora no se aprecian en el Consejo de Ministros en el que Díaz ha cambiado de registro: pasa de ser una expectativa a percibirse ya como una competidora.
Si en algún momento Sánchez pensó en hacer un reajuste de su Gobierno, se le ha pasado el arroz
Lo peor para la coalición es que esta carencia cohesiva, esta polifonía declarativa de ministros y ministras, esta tendencia a la improvisación y la ocurrencia han entrado en un plano inclinado: se acelera y agrava a medida que se aproximan las citas electorales. Si en algún momento Sánchez pensó en hacer un reajuste de su Gobierno, se le ha pasado el arroz. Hágalo o no, ya es tarde.