José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- Estos héroes «no representan el triunfo, la conquista, sino la renuncia, la demolición, el desmontaje». Cataluña necesita uno de ellos
Por más que las encuestas ofrezcan en Cataluña un panorama de continuidad de la mayoría parlamentaria independentista, eventualmente, con más del 50% del voto ciudadano, es evidente que ha regresado el Estado más tradicional como la pandemia del coronavirus está demostrando ante el pasmo de los postsoberanistas y la decepción de los segregacionistas. El mapa de Europa no moverá sus fronteras. La secesión catalana no es posible. En realidad, nunca lo ha sido en su historia desde la unión dinástica que con los Reyes Católicos impulsó el proceso de construcción de España en 1479.
Los separatistas se duelen ahora de dos «ganchos» en su hígado financiero e industrial: por una parte, el alejamiento, ya definitivo, de la entidad resultante de la fusión entre Bankia y CaixaBank, cuya sede seguirá en Valencia; y, por otra, el sorpaso de la economía madrileña a la catalana. Ambas circunstancias adversas para el Principado son consecuencia del proceso soberanista que arrancó en 2012 y que continúa como acredita la arriesgadísima —en lo sanitario— celebración este viernes de otra Diada independentista.
Un estudio de la London School of Economics, elaborado por los investigadores especializados en geografía económica de ese centro, Andrés Rodríguez Pose y Daniel Hardy, atribuye el auge de Madrid a su capacidad de interrelación entre distintos sectores económicos y sociales, y la caída de Cataluña, a todo lo contrario: a la voladura de puentes y a la naturaleza divisiva de la política secesionista. Barcelona, según este texto, sería una ciudad «fracturada» y Madrid más «dinámica» e «integrada» aunque tampoco «esté falta de problemas». Aluden ambos autores a un hecho incontrovertible: en 1975, la economía catalana era un 25% superior a la madrileña y en 2018 el PIB per cápita de los ciudadanos residentes en Madrid era un 15% mayor del que registran los de Barcelona.
En esa misma línea discurren otras variables: la demográfica, la atracción de inversiones extranjeras, la importación de talento profesional y una “nueva” apertura social que ha hecho de la capital de España una urbe “más maleable”. Rodríguez Pose y Hardy llaman la atención sobre elrepliegue e introspección de las elites independentistas. El origen del rebullir madrileño, no podría localizarse en los llamados “privilegios” que la capitalidad ofrecería a la ciudad, ni a su fiscalidad, sino a una disposición colectiva receptiva y abierta.
Al estudio de la LSE no le han faltado críticas, pero la ya mayor aportación de Madrid al PIB nacional respecto de Cataluña desde 2018 (más del 19,2%), es un dato incuestionable que debería servir más para la reflexión que para la argumentación escapista con la que se observa este fenómeno en la Ciudad Condal, al menos por los especialistas que, siendo afectos al proceso soberanista, disponen de una seria cualificación académica y profesional.
Cataluña requiere de un héroe para la rectificación del independentismo y el regreso a la mejor integración en los mecanismos del Estado
No debieran repetir la suficiencia displicente con la que contemplaron la fuga de sedes empresariales de Cataluña en octubre de 2017, entre ellas de sus compañías más emblemáticas como la actual CaixaBank y la Fundación Bancaria La Caixa que, con un presupuesto anual de 550 millones de euros, es una de las tres entidades sin ánimo de lucro y con obras sociales más importante de Europa. Cataluña se ha quedado sin poder financiero propio y la fusión entre Bankia y CaixaBank, diluye su idiosincrasia territorial y prima a Valencia, una competencia mediterránea en alza frente a Barcelona.
En estas circunstancias —que tenderán a agudizarse y pese a los ánimos patrióticos de este viernes con motivo de la Diada— Cataluña requiere de un héroe para la rectificación del independentismo y el regreso a la mejor integración en los mecanismos del Estado y la solidificación de los anclajes con el conjunto de España en lo social y en lo cultural. Esta expresión —héroe de la retirada— la acuñó en un artículo en ‘El País’ (26 de diciembre de 1989) el intelectual germano, Hans Magnus Enzensberger.
Estos héroes «no representan el triunfo, la conquista, sino la renuncia, la demolición, el desmontaje» porque la quintaesencia de la política consiste, a veces, en «abandonar una posición insostenible». Y en el listado de personalidades que renunciaron, rectificaron, desmantelaron cita a Adolfo Suárez, pero también a Nikita Jruschov, János Kádár, Wojciech Jaruzelski o Mijaíl Gorbachov. Advierte el escritor alemán que nuestra clase política «se ejercita en posturas necias de vencedores y mentiras de autocomplacencia y vanidad». Cierto.
La Diada, el 11-S, que ha ido marcando hitos soberanistas, no catalanistas e integradores como antaño, desde hace ocho años —también lo marcó este viernes— es justo el momento en el que quienes tienen la responsabilidad piensen en desmontar un proceso separatista terminal que quizás obtenga más votos por incomparecencia de sus adversarios, pero que es autocomplaciente, acrítico y vanidoso y solo conduce a Cataluña a perder sus mejores garantías de bienestar social y progreso en todos los órdenes. Que son más sólidas —incluso en lo que atañe a su identidad— en un Estado plural como es España. No actuar con esa lógica de rectificación es perseverar en un estéril esfuerzo por llegar a ser lo que nunca se será.