JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC
- La pringosa indignación moral es la que sostiene los totalitarismos
Oigan, todo esto es muy cansado. Dicen que los jóvenes no leen diarios, no sé si será verdad, pero raro era, cuando entonces, el que entraba en la facultad con menos de dos periódicos bajo el brazo. Que sí, que todos hemos hecho el idiota, y a veces se equivocan más los cultos que los ágrafos, sobre todo en las elecciones. Si solo votaran los catedráticos viviríamos en una pesadilla. Y lo sabes. Pero cansa, cansa hacer ver que te escandalizas cada vez cuando las veces son tantas. La pringosa indignación moral es la que sostiene los totalitarismos. Se acabó el aportar pruebas siempre de tus afirmaciones, no hay que dar por hecho que nadie sabe nada, eso te amarga la vida al final, y no es plan. No me puedes negar que el hombre se acostumbra a todo. No digo un hombre, digo el hombre. Un hombre de repente no soporta más, pero el hombre sí, se habitúa a cualquier cosa, a la guerra, al crimen por supervivencia, al canibalismo. No hay atrocidad imaginable a la que no se acabe haciendo el hombre en un momento dado.
Luego está un hombre, y otro hombre, individuos incompatibles con la masa, que no pueden respirar en ella y huyen hacia la depresión, la inacción, la consunción melancólica y estéril, o bien se plantan, perseveran en su dignidad además de perseverar en su ser, que eso lo hace hasta el altavoz que ahora mismo me está ofreciendo la ‘Sonata en Fa menor’ de Bernhard Joachim Hagen, y es ese laúd el que me impide escribir sobre Yolanda Díaz porque pienso en Viktor Frankl. Es una obligación intelectual y moral leer a Frankl, recordatorio de la dignidad y, lo que es más asombroso, de la libertad del hombre sea cual sea su situación. Un faro inextinguible en esta era de tontos con papers empeñados en que la verdad no existe, el mal es relativo y la libertad una patraña. ¿Dios? Ja, ja, ja. Por ejemplo.
Así que, insisto, todo esto es muy cansado, lo mejor es ahorrar fuerzas, dedicar el tiempo a lo que lo merece y no regalar nuestra vida irrepetible, nuestra vida inconcebible y milagrosa convirtiéndonos en medios de fines ajenos. Si consideras que te vas a morir, lo único seguro (salvo para cuatro científicos consagrados en vano a materializar una eternidad sobre la Tierra, o sea, un infierno); si consideras que te vas a morir, digo, comprenderás cuán chorra es dedicarle un minuto a los detallitos de la política. Otra cosa es la Política.
Esa sí merece especial atención. Sin embargo, no acabo de verla en los papeles. Hay que volver a los clásicos, en especial a Hobbes, dada la necesidad, siempre apremiante –y más cuando no lo parece– de frenar la tendencia bestial del hombre, atar al monstruo, mantenerlo a raya, resguardar la sociedad de individuos libres. No hay alternativa, o sí la hay: ser masa. Masa infame, lerda y literalista, sensible solo a consignas, abusadora, cerril y violenta, que te cosifica a cambio del calor de no estar solo.