A veces hay santos y vírgenes que se aparecen al común de los mortales sin señales que anuncien la inminencia del fenómeno. Sánchez se apareció como la Virgen de Fátima, con la diferencia de que él no tiene que salir de casa; le basta con llevarse al pastorcito Jacinto a La Moncloa. Urge plantar un lentisco en La Moncloa. Es cierto que Ferreras es un pastor con sobrepeso, pero a cambio muestra la docilidad de los sencillos zagales en presencia de lo sobrenatural. Sánchez estuvo en lo suyo, quiero decir que mintió y que lo hizo como suele: por una parte falsificó los hechos. Por otra argumentó con falacias sobre unos datos que ya llevaba falseados de casa, algo que carecía de mérito puesto que no se había movido de La Moncloa.
Así por ejemplo, negó que se hubieran ocultado imágenes de la valla de Melilla, secundando la mentira de su ministro Marlasca. ¿Por qué lo iba a destituir, como le pide parte de la oposición? Su ministro miente con el aplomo del jefe, aunque no pueda ponerse a su altura. Recuerden aquel día en que tachó de mentiroso a quien iba a ser su vicepresidente: “Iglesias miente más que habla”. Cayetana puso las cosas en su sitio al aclarar a Pablo Iglesias: “También en eso es usted el número 2”. Pero el plato fuerte fue el anuncio previamente negado: la supresión del delito de sedición de nuestro Código Penal. Dijo cosas asombrosas al respecto, como que se trataba de reemplazar el delito de sedición por otro homologable con otras democracias europeas. Y puso como ejemplos: Alemania, Francia, Bélgica e Italia. Todo el sanchismo incurre tras el jefe. Esta misma semana lo hacía el portavoz López en una entrevista con Alsina. Todos ellos ignoran las penas comparadas que expuso el Tribunal Supremo, aunque ¿qué sabe el Alto Tribunal si lo comparamos con Patxi López? El Supremo se había referido a delitos análogos, aunque tengan otros nombres: En Alemania se llama ‘alta traición’ y está castigado con penas entre los 10 años y la prisión perpetua. En Francia tiene prisión perpetua el intento de romper la integridad territorial; en Bélgica entre 20 y 30 años por el intento de destruir o cambiar la forma de Gobierno. En Italia un mínimo de 12 años para los ataques violentos contra la integridad de la nación. En Portugal, que se le olvidó, entre 10 y 20 años para las autoridades que quieran separar una parte del territorio nacional, aunque sea sin violencia. Pero es que además, al felón le parece un delito muy antiguo, ‘old fashion’ “tiene ya más de cien años”. No es verdad; lo incluyó Belloch en el Código Penal del 95, pero muchos más años tiene el delito de asesinato. Además aquello no fue nada: ocho segundos de independencia, un ejaculatio praecox, que es hábito que se le da muy bien al nacionalismo.