Un ‘no’ de verdad

EL MUNDO 04/10/16
ARCADI ESPADA

DIGA LO que diga Lincoln, la democracia no es el gobierno del pueblo sino el gobierno en nombre del pueblo. El ejercicio metódico de ese principio supone que el gobernante democrático no toma siempre sus decisiones interpretando lo que piensa la mayoría del pueblo sino lo que considera que es bueno para el pueblo. Así se justifican dolorosas decisiones como las de subir los impuestos o declarar la guerra. O, muchas veces, la de firmar una paz humillante. El presidente Santos, gobernante democrático, quiso firmar la paz con los bandidos colombianos que aterrorizaron el país durante décadas. Sobre ese terror daré un dato que lleva la firma de la Fiscalía General de Colombia, nada sospechosa de boicotear el proceso. En un informe hecho público hace mes y medio aseguraba que los bandidos reclutaron durante 15 años a más de 11.000 niños menores de 15 años y a algunos centenares menores de 10. La violación se contaba entre las formas sistemáticas de adiestramiento.

A pesar de que el pacto con los bandidos suponía el perdón de sus crímenes e incluso su cooptación parlamentaria, Santos tenía el derecho a pensar que el pacto era lo mejor para su pueblo y a obrar en consecuencia. Pero en un gesto muy propio del populismo –en contra de lo que parece no hay humildad sino arrogancia en casi todas las consultas extraordinarias al pueblo soberano– quiso obligar a la mayoría del pueblo a pensar lo mismo. Ahí están los resultados. Colombia, como Gran Bretaña, muestra hoy la siniestra grieta binaria con que suelen concluir las ceremonias tribales y el abismo forzado por la inexistencia de un plan B.

En ocasiones los gestos populistas tienen la respuesta que merecen, cuña de la propia madera. Así sucedió con el Brexit. Sin embargo, es indigno y cermeño sostener que detrás del no colombiano está lo mismo que en Farage o Trump. Faltan las mentiras. No. Los 440 millones de euros semanales destinados a Bruselas no irán nunca a parar a la sanidad pública británica. Y no: Barack Obama no es el fundador del Isis. Por el contrario son verdad los centenares de miles de muertos colombianos y el perdón para los asesinos que establece el pacto. El no de los ciudadanos no ha tenido que recurrir a la fabulación para vencer y eso lo sitúa en otro escalón moral. Por lo demás, el no enseña al Príncipe una lección perentoria: la democracia es también el higiénico y pulido régimen donde solo uno debe ensuciarse las manos.