JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC
- Hoy cualquiera se da cuenta de que Rusia no juega en la misma liga que los Estados Unidos y China
Con la invasión de Ucrania empezó a desperezarse un nuevo orden más complejo, incierto y peligroso que el anterior, que ya se las traía, en especial desde la pandemia. Me atrevo a hablar de nuevo orden, expresión demasiado grande para barajarla por las buenas, desde que el pasado viernes tuve la suerte de asistir a una lección magistral del profesor Uzi Rabi. La Universidad de Tel Aviv lo trajo a la Fundación Hispano Judía. Rabi vino a hablar del impacto de la guerra de Ucrania sobre la energía y la alimentación, y sobre la pérdida de los viejos equilibrios. Viejos aunque hace seis meses aún estuvieran vigentes, esto se mueve deprisa. Rabi tiene el aura de los grandes profesores, nada en sus explicaciones es tributario de pautas analíticas ajenas. Expuso lo complejo y lo dejó abierto, que es exactamente cómo está, pues muchas cosas deben moverse antes de alcanzarse un equilibrio estable.
Ante la aparición de un nuevo orden (ahora ya me atrevo con la expresión) que no acabamos de entender, es obligación de la mente diligente descartar las herramientas analíticas propias del pasado, aunque hayan servido. En especial si son cerradas por obedecer a alguna cosmovisión previa, como suele suceder. Aun no pareciendo cerradas, haríamos bien en considerar que cualquier herramienta analítica es a su vez fruto del contexto que debe analizar, de su paradigma científico. Recordemos lo que señaló Thomas Kuhn: al nuevo paradigma, que se va instalando despacio, no lo caracterizarán sus nuevas respuestas a las grandes preguntas, sino la aparición de grandes preguntas nuevas. Y vaya si las tenemos, aunque las respuestas tardarán en llegar. Mientras tanto, está el terreno abonado para expertos con bola de cristal. También para que los numerosos activos rusos que se nos habían colado sin darnos cuenta sigan tratando de infundir miedo y contar las medias verdades que a Putin le interesan.
Las etapas de transición entre distintos equilibrios son ricas en paradojas (al menos aparentes). Así, siguiendo a Rabi, cualquier conflicto local, no importa en qué lugar del mundo se desate, tiene muchas probabilidades de desplegar consecuencias globales. Otra aparente paradoja: ha sido precisamente el empeño putinesco en restaurar la grandeza del Imperio ruso (él se percibe como un zar) lo que ha dejado al descubierto las profundas carencias de su país y de su sistema. Hoy cualquiera se da cuenta de que Rusia no juega en la misma liga que los Estados Unidos y China. Solo medio año atrás creíamos que sí. El renacimiento del patriotismo ucraniano, que tiene y tendrá su deformación nacionalista, es de una magnitud y exhibe una resistencia tales que desde ahora mismo podemos afirmar: entre los posibles resultados de la guerra, para Rusia no existe el de la victoria. Hay motivos de preocupación, como el posible uso de una bomba táctica o el duro invierno que va a tener Europa.