EDITORIAL EL MUNDO – 22/12/15
· Todos los análisis editoriales de los medios españoles y extranjeros coincidían ayer en una idea: el peligro de ingobernabilidad que se deriva de la fragmentación del mapa electoral sin una mayoría clara. El partido vencedor en las urnas, el PP, sólo ha conseguido 123 escaños, lo que obliga a Mariano Rajoy a buscar pactos para poder gobernar. La otra posibilidad sería una gran coalición entre PSOE, Podemos, IU, ERC, Bildu y otras fuerzas nacionalistas, que sería verdaderamente nefasta para España.
Hay que señalar que Susana Díaz, García-Page y el propio Pedro Sánchez han descartado esta alternativa, que también sería suicida para el PSOE. Según las palabras del candidato socialista, lo que su partido va a hacer es votar no en la investidura y pasar a la oposición.
La reacción de Albert Rivera ha sido distinta en el sentido de que ha dejado claro que Ciudadanos ejercerá una oposición responsable y que está dispuesto a facilitar la investidura y llegar a acuerdos con el PP en los grandes asuntos de Estado.
Mariano Rajoy compareció ante los medios tras la reunión del Comité Ejecutivo del PP para ofrecer «diálogo» a los partidos que comparten la unidad de España y la defensa de los valores constitucionales. Subrayó que es necesario iniciar ese proceso para «lograr un Gobierno estable que ofrezca certidumbre dentro y fuera de España».
Rajoy no quiso ir más allá ni precisar sus palabras, pero es evidente que su oferta se dirige básicamente a Ciudadanos y al PSOE, que son las dos formaciones que pueden garantizar esta estabilidad.
Sí insistió en que no lograr un acuerdo para alcanzar un Gobierno estable sería de consecuencias desastrosas para este país y lanzó el mensaje de que él no pone condiciones previas a ese diálogo. Pero eludió hacer autocrítica y pasó por alto que su partido ha perdido tres millones y medio de votos y 63 escaños.
Eso no obsta para que Rajoy tenga razón en que el nuevo mapa electoral requiere pactos y que la estabilidad es básica para que las instituciones funcionen y la economía siga creciendo. Albert Rivera dijo también cosas parecidas y tendió la mano al líder del PP.
Por tanto, creemos que la fragmentación electoral y la necesidad de apuntalar el crecimiento económico obligan al PP, al PSOE y a Ciudadanos a negociar un pacto de gobernabilidad para evitar una nueva convocatoria electoral, que agudizaría la sensación de inestabilidad y provocaría la alarma en los mercados.
Este pacto de gobernabilidad –que no de gobierno– pasaría necesariamente por la abstención de Ciudadanos y el PSOE en la investidura, lo que permitiría a Rajoy ser presidente. Rivera pidió a Sánchez que también se abstenga, lo que deja la pelota sobre el tejado del líder socialista.
A cambio de dejar gobernar a Rajoy, sería justo y equitativo que tanto Sánchez como Rivera exigieran un programa de reformas básicas que incluiría medidas contra la corrupción, la despolitización del poder judicial, el cambio del sistema electoral y un acuerdo para mejorar la educación, entre otras cosas. Ello sería positivo incluso para el PP, que tendría un impulso exterior para realizar reformas que ha aplazado. Y si no fuera posible alargar este pacto a toda la legislatura, PSOE y Ciudadanos deberían comprometerse al menos a un apoyo que durara dos años.
Por su parte, Rajoy tendría que ser leal con Sánchez y Rivera y negociar esas reformas desde posiciones no partidistas, teniendo en cuenta que sus escaños y el respaldo obtenido en las urnas no le permiten gobernar como si tuviera mayoría absoluta.
El líder del PP tiene la ventaja de haber sacado adelante los Presupuestos del Estado de 2016 antes de acabar la anterior legislatura, lo que le evita una complicada negociación. A pesar de ello, el pacto de gobernabilidad requiere obviamente altura de miras de los tres partidos que deberían anteponer sus intereses a corto plazo al imperativo de alcanzar una estabilidad que permita a España afrontar sus grandes problemas.
Hasta ahora, todo era muy fácil porque PSOE y PP se alternaban en el poder con mayorías que les permitían gobernar sin cortapisas. Todo lo más, si no alcanzaban los 176 escaños, se veían obligados a negociar apoyo por transferencias y más fondos con los nacionalistas, que asumían este juego en beneficio de sus intereses. Todo ha cambiado con el final del bipartidismo, que no ha muerto pero que ha quedado gravemente herido porque Podemos y Ciudadanos han logrado ocho millones y medio de votos. Esto obliga a PP y a PSOE a rectificar su estrategia y adaptarse a la nueva realidad.
Por tanto, ha llegado la hora de hacer política, lo que comporta diálogo, acuerdos y pactos en un nuevo Parlamento revitalizado, que volvería a ser el centro de decisión tras bastantes años de postergación. No faltará quien argumente que es imposible que partidos como el PSOE y el PP se pongan de acuerdo. No es imposible porque ya hay precedentes en el pasado cuando Alianza Popular, UCD, PSOE y PC sellaron los Pactos de La Moncloa en 1977 para evitar el colapso económico del país. Otro ejemplo mucho más reciente es el Gobierno de gran coalición en Alemania, en el que los democristianos y los socialdemócratas negociaron durante semanas un documento en el que quedaba minuciosamente plasmado un programa para gobernar el país. Nuestro periódico no propone una coalición pero sí unos acuerdos mínimos para que pueda haber un Gobierno que afronte los grandes retos que se avecinan.
El primero de ellos es el desafío del independentismo catalán, condenado al fracaso si los tres partidos suman sus fuerzas y se ponen de acuerdo en la respuesta.
Otra razón para el pacto de gobernabilidad es la economía del país, que, tras un año de crecimiento y creación de empleo, empieza a mostrar signos de estancamiento. Las empresas privadas y el sector público necesitan el año que viene una financiación de 400.000 millones de euros, que será mucho más costosa si se dispara la prima de riesgo y se percibe un problema de estabilidad política.
Parece muy difícil, sin embargo, que Podemos se pueda sumar a este pacto, ya que condiciona cualquier acuerdo a la celebración de una consulta en Cataluña y defiende una serie de propuestas económicas inasumibles para los otros tres partidos. Por otro lado, Pablo Iglesias dejó muy claro anteanoche que aspira a ser el líder de la oposición, por lo que su estrategia es sustituir al PSOE en ese papel.
Si Iglesias se queda al margen, Sánchez, Rivera y Rajoy tienen que empezar a hablar en los próximos días para buscar una solución constructiva. Es lo que los españoles quieren y lo que los resultados electorales imponen. Muy pocos entenderían que los tres líderes se tiraran los trastos a la cabeza, dejando a España en una situación de ingobernabilidad.
EL MUNDO – 22/12/15