Un país de gestas

Un pequeño paso para un ser humano, pero un salto gigante para la humanidad, el que se acaba de dar. Esto sí que es historia, en ese país donde todo es histórico de mentirijillas. Diga lo que diga el lehendakari, esto sí es una nueva etapa para nuestro pueblo en marcha: el primer jugador de raza negra en el Athletic Club de Bilbao.

En ese país donde la propaganda electoral de algún partido dice que todo es bueno y perfecto, y luego dirá que el Estatuto está muerto cuando de tantas maravillas disfrutamos; en ese país que ha tenido que ir a Luxemburgo a dirimir un litigio sobre el Concierto Económico, donde fueron a defenderlo todos con uñas y dientes, cuando de lo que se trataba, creía yo, era de decidir nuestro futuro por separado; en ese país en el que se clama por la independentzia, pero se reclaman los beneficios de la autonomía; en ese país, además, pasan otras cosas.

Por ejemplo, que los farmacéuticos de Durango se planteen, ante la oleada de robos, volver a despachar tras la ventanilla de cristal blindado. No sé si es antipatriótico plantear esto, pero lo que demuestra es que vuelven los robos a las farmacias, plaga que creíamos superada tras los últimos años de bienestar y que esperábamos, optimistas, que nunca se repitiesen. Si el precio de la coliflor a más de un euro es un aviso de la crisis, mayor lo es que vayamos a comprar las aspirinas por el ventanuco de la farmacia, porque este gesto nos retrotrae a momentos difíciles de crisis económica, reconversión industrial y droga.

A no ser que hagamos lo que el párroco de Villasana de Mena, que agarró al ladrón de los cepillos por las solapas y le echó a la calle. Es evidente que ese cura se va a negar a repartir la comunión tras un cristal blindado. Ya sabíamos de las veleidades castrenses de los curas norteños, pero hacía tiempo que no oíamos hazañas de tal tipo entre el clero, más dado hoy en día a que se le lleven lo de los de cepillos, pobres almas necesitadas, e, incluso, una Inmaculada atribuida a un alumno de Murillo de la capilla del costado, que a hacer proezas que luego salen en los papeles.

Un pequeño paso para un ser humano, pero un salto gigante para la humanidad, es el que acaba de dar nuestro primer jugador de raza negra del Athletic. Jonás se llama el muchacho de 14 años y raza negra que lució la camiseta del primer equipo la semana pasada, y bien parece que haya salido de una vez y gloriosamente vomitado de las fauces de la endogamia. Ni el cielo ni la tierra se abrieron, y el chaval juega nada menos que de defensa, lugar histórico reservado a morroscos del país, que equipos de otras latitudes, especialmente el Sevilla, se los rifaban como centrales. Falta nos hacía el primo de Mozambique, o de Guinea, o de Zumosol, o de donde sea, para sacar del purgatorio al equipo de los leones.

Esto sí que es historia, en ese país que todo es histórico de mentirijillas, esto sí que es. Diga lo que diga el lehendakari, esto sí que es una nueva etapa para nuestro pueblo en marcha: un negro en el Athletic Club de Bilbao. Esperemos que no haya dicho Jonás al salir al campo una frase enigmática como la que lanzara Neil Armstrong cuando saltó a la Luna: «Buena suerte señor Gorsky». En este caso atribuida al señor Gorrotxategi, el vecino de Jonás, porque la señora del susodicho le prometiera determinado favor a su marido el día, casi imposible, en que el niño negro del vecino acabara jugando en el Athletic. Porque dicho señor hoy, seguro, que no estaría tomando potes con los amigos. Y es que no se pueden dar saltos para la humanidad.

Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 5/3/2008