Del Blos de Santiago González
Era impresionante la foto del primer ministro de Canadá, rodilla en tierra en señal de acatamiento a la campaña de agitación desatada tras la muerte del negro George Floyd, mientras un policía (blanco) le presionaba el cuello con la rodilla. Justin Trudeau nunca fue santo de mi devoción, justo al revés que sus padres, Pierre Elliott Trudeau y sobre todo su madre, Margaret, virtuosa en hacer fotos (y no Lola Gaos), sentada en Studio 54, pero qué le vamos a hacer, los padres no siempre somos responsables de los que van a ser nuestros hijos (©CAT). He aquí un ejemplo canónico.
La campaña genuflexa es una de esas olas de agitación majaderas que impulsa la corrección política. Policías blancos matan a negros, o su simplificación: blancos matan a negros. La expresión no admite contraste estadístico. La inmensa mayoría de los asesinatos de negros en EEUU son cometidos por negros. Aquí no tenemos negros como para hacer de asesinos y víctimas, y a los pocos que tenemos los tratamos según prejuicios. Un suponer Bertrand Ndongo, el negro de Vox. De ahí que la chusma gobernante se haya dejado llevar por la metonimia y hayan adaptado la consigna a policías matan a negros o buscan golpes de Estado. El más indeseable fue el presidente del Gobierno, que describió admirativamente la tarea de Marlaska: “está destapando la ‘policía patriótica’”, un suponer el coronel Pérez de los Cobos. Hace 14 meses se jactaba de que no había policía patriótica desde su llegada a La Moncloa. Debió recordar que Pérez de los Cobos fue llamado como asesor de Interior cuando el ministro era Rubalcaba. Al doctor Fraude lo siguieron en la infamia el vicepetudo segundo y lo más inútil que tiene en existencias, el ministrín Garzón, a quien no desautorizó en su soflama de ayer.
En su ‘Aló, presidente’ se ratificó en el vicio, diciendo que Marlaska viene ocupándose de depurar la policía paralela que funcionaba en España hace dos años para dotar de impunidad a administraciones anteriores. El periodista Joan Guirado le hizo un relato de hechos probados y le preguntó: “¿Cree que por alguno de estos motivos usted o alguien de su Gobierno debe dimitir?” Eso no le pareció una pregunta al Mentiroso, sino “afirmaciones que usted hace”.
La descalificación de los Cuerpos de Seguridad por el Gobierno que los manda no tiene precedentes en democracia. El portavoz del PNV, Aitor Esteban, daba por sentado en abril que hay policía patriótica o política en España. Esto era algo que le parecía muy bien a su partido. Arzalluz hablaba de la auntonómica en Sukarrieta, ante la tumba del santo en 2001: Hay en la Ertzaintza «muchos vocacionales que son patriotas y trabajan para su pueblo»; no como otros, que cuando acaban su jornada «cuelgan el uniforme como si fuera un buzo». Los policías en democracia cuelgan el uniforme cuando acaba su jornada. Los policías patriotas que siguen actuando fuera de horas son ‘incontrolados’, ‘escuadrones de la muerte’. O el GAL y los del Faisán, dicho sea sin ánimo de señalar. O los que hacían escuchas ilegales al lehendakari Garaikoetxea.
Esta es la España del sanchismo. Hace unos meses, unos okupas en Sevilla llamaron a la Policía porque les molestaba el ruido que hacían sus vecinos disconformes. Aquí los pájaros disparan a las escopetas.