Tonia Etxarri-El Correo
- El escaño ganado por Feijóo dificulta la investidura de un Sánchez más debilitado y dependiente de todos sus socios habituales
Ha quedado un paisaje postelectoral tan incierto («diabólico», según el barón socialista García Page) que, al comprobar que, después de la recuperación del escaño 137 para el PP, el prófugo Puigdemont se ha convertido en el ama de llaves del hipotético gobierno de Sánchez, el PSOE ha pedido un nuevo recuento de papeletas en Madrid. Revisión de 30.000 votos declarados nulos. Pero la Junta Electoral ha rechazado la petición. Patxi López se había apresurado a advertir de que la situación «sigue siendo la misma», pese al recuento del voto CERA. Pero todos, y el PSOE mejor que nadie, saben que ese escaño ganado para Feijóo dificultará la investidura de un Pedro Sánchez más debilitado y dependiente de todos sus socios habituales más el ‘iluminati’ de Waterloo.
¿Qué han votado esta vez los ciudadanos? Al situar al PP como primera fuerza y al PSOE como la segunda, dejando a los extremos sin 1,8 millones de papeletas, parece evidente que han optado por la moderación. En las pasadas elecciones la distancia entre la segunda y la tercera fuerzas fue de tan sólo nueve escaños. Ahora, de 88, nada menos. A excepción de Bildu y BNG, las demás opciones radicales han experimentado un considerable retroceso. Pero como parece imposible un gran pacto entre los dos grandes partidos desde que el ‘no es no’ a la derecha se instaló en el disco duro de Pedro Sánchez (no somos Alemania), la situación entra en bucle. A Feijóo, habiendo ganado, se le impide gobernar mientras que Sánchez, habiendo perdido, se lanza a la desesperada en búsqueda del conglomerado radical ampliado. Resulta engañoso etiquetar a todos con la misma clasificación. No se trata de optar entre ‘el resto de fuerzas políticas’ o la derecha. No. La argamasa ideológica del bloque de la ultraizquierda, comunistas y populistas, los independentistas, Bildu y Puigdemont nos traerá grandes jornadas. Y no de gloria, precisamente.
Sánchez, después de haber realizado su campaña de la mano de Yolanda mientras borraba de sus discursos y de sus debates televisivos a todos sus aliados, ahora los necesita para poder presumir de que, con todos ellos, son ‘muchos más’ que la derecha. Pero ahora con un invitado más a la última cena. Si Puigdemont se decidiera a dar el ‘sí’ a Sánchez para su investidura, vamos a ver desaparecer muchas líneas rojas que no deberían traspasarse en una democracia. Sencillamente porque no hay líneas rojas para Sánchez.
Si, para gobernar, depende del extorsionador que declaró la independencia unilateral de Cataluña durante ocho segundos y luego huyó del país escondido en el maletero de un coche, vamos a ver unas secuencias de chantaje al Estado que nos van a recordar los tiempos más negros del ‘procés’. ¿Cómo facilitar referéndums independentistas que no se contemplan en la Constitución? Pues cambiando la Constitución para dar el salto a la España federal. Es el sueño de Pablo Iglesias pero lo ha dejado caer el socialista vasco Eneko Andueza. Lo que haga falta. Pero no será tan fácil sin contar con el PP que, entre otras cosas, ha conseguido la mayoría absoluta en el Senado.
Feijóo no puede dar más vueltas a su victoria electoral que le impide gobernar. Él no ha tenido, como Sánchez con la operación de Sumar que ha neutralizado a Podemos, una Yolanda de derechas que haya logrado blanquear más el rostro más temido de Vox. En su carta a Sánchez le emplaza a reunirse los dos para pactar un acuerdo que garantice la estabilidad política. Desde Lanzarote llega el son de mar. Va a ser que no.