Mikel Buesa-La Razón
- Durante décadas se caracterizó a los etarras como los del «tiro en la nuca», aunque curiosamente la mayoría de sus acciones –siete de cada diez– se basaron en el uso de explosivos
También se repitió hasta la saciedad que «ETA sólo sabe matar», pero los datos lo desmienten, a la vez que apuntan a que ETA supo hacer política mediante la dosificación de la violencia. De esta manera, de las 4.121 acciones armadas que pueden atribuírsele, sólo un 27 por ciento causaron víctimas mortales o heridos. Ello fue así porque la mayoría de esos actos tuvieron una finalidad propagandística destinada a causar temor entre la población y magnificar así la percepción de la capacidad operativa de la banda, alimentando de ese modo el mito de que era invencible. Curiosamente, mi recuento estadístico permite señalar que la eficacia destructora de sus atentados con explosivos fue del 86 por ciento, mientras que la de los basados en las armas de fuego sólo llegó al 75%.
Hay otros muchos datos disponibles, como el de las 166 bajas de etarras en acción y las 6.417 detenciones que tuvo la banda. Ello nos permite estimar que ésta, en su medio siglo de existencia, movilizó a unos 7.800 individuos, lo que da cuenta del exiguo tamaño de su organización. Ello no minimiza su impacto –que fue mucho– sino que revela que, en el terrorismo, valen más la voluntad de matar y de sostener el conflicto, que los recursos de que se dispone.