La remodelación del Ministerio de Industria como consecuencia del desplazamiento de la ministra Reyes Maroto hacia la candidatura del PSOE a la Alcaldía de Madrid, en una operación de obediencia obligada y de riesgo suicida, es muy importante. Y lo es, entre otras razones, por el protagonismo de este ministerio en el reparto y la utilización de los fondos europeos llamados a modificar la faz productiva del país. Por eso se entiende la pugna para nombrar sustituto entre Presidencia y la vicepresidenta Calviño que ganará Moncloa, como es lógico y habitual. Pero hay más. El Gobierno ha puesto sus esperanzas de recuperación electoral en la mejora de la economía y ésta se apoya en gran manera sobre el maná europeo.
Hasta la fecha, el largo y complejo proceso que va desde la salida del dinero en Bruselas hasta la llegada a las arcas de sus destinatarios, pasando por un montón de escalones administrativos y varios procesos de aprobación, ha sido un rotundo fracaso. Entre enero y noviembre de 2020 y en cálculos elaborados por Fedea han llegado a las empresas 3.012 millones, cuando se habían presupuestado para el conjunto del año un total de 28.399. Una cifra de ejecución absurda para un dinero tan necesario y un sonoro fracaso que no solo perjudica al presente de las empresas, sino que puede llegar a congelar una parte de los fondos previstos para el futuro.
Aunque el Ministerio de Industria atrae las críticas, como los pararrayos a las tormentas, lo cierto es que es un fracaso colectivo de todas las administraciones y no solo del Gobierno central. El debate sobre este tema va a ser uno de los momentos álgidos de la campaña electoral que ahora se inicia. De ahí que los ‘grandes’ del Gobierno quieran tener el control, aunque solo sea para evitar episodios vergonzosos como el del PERTE del automóvil, que forzó la intervención ‘in extremis’ de Presidencia cuando el asunto había naufragado y los inversores empaquetan sus pertenencias para iniciar el camino de retorno a sus bases.
Las diferencias entre lo prometido y lo concedido realmente en los diversos paquetes de ayuda que forman el llamado ‘escudo social’ es enorme y será esgrimida por la oposición como la demostración palpable de la incapacidad gestora del Gobierno. Pero esto de los fondos europeos es mucho más serio. Nos jugamos una buena parte del futuro. Y su éxito o su fracaso condicionará la capacidad de reinventarse de nuestro sistema productivo. Y eso sucederá gobierne quien gobierne tras las próximas elecciones.