EL MUNDO 23/01/15
VICTORIA PREGO
El pacto de no agresión alcanzado entre Sánchez y Díaz, del que informamos en estas páginas, es de una fragilidad y de una inanidad que serían casi conmovedoras si no estuviéramos hablando de un asunto que tiene implicaciones directísimas en el futuro político de nuestro país. Porque entonces, lo que es, es irritante por lo frívolo de su contenido.
De manera que la presidenta de la Junta y el secretario general de su partido han llegado al acuerdo de no pisarse la manguera hasta que se celebran las elecciones de mayo. Eso sólo quiere decir que Susana Díaz ha aceptado no seguir saboteando el papel de Pedro Sánchez como líder del PSOE hasta que no se estrelle en las municipales y autonómicas, momento en que ella, recién elegida jefa del Gobierno andaluz, podrá volver con más ahínco que antes y más poder, a empujar a su secretario general fuera de la lona. Porque el papel de Sánchez en este acuerdo, dado que carece de toda opción de sabotear la campaña de Díaz, es el de la víctima que consigue al fin que dejen de darle estacazos.
El simple enunciado del pacto demuestra que las espadas –en realidad la espada en singular, porque el secretario general va desarmado a esta guerra– no se han envainado sino todo lo contrario: se ponen en tregua para que la baronesa andaluza se dedique plenamente a su campaña sin tener que distraer sus dardos, para luego, desde la victoria electoral, alzarse como le representación de un PSOE victorioso que, además, ha logrado frenar el avance de Podemos en la comunidad más poblada de España.
Pero la segunda parte del plan tiene varios puntos débiles. El primero de ellos es el inaceptable escenario en el que se coloca Susana Díaz, quien adelantaría las elecciones en Andalucía para, una vez ganadas, dar el salto fuera de su comunidad y presentarse como candidata a la presidencia del Gobierno. Hay algo de timo premeditado en esa operación. Hay un mucho de utilización de la Presidencia de la Junta como mera plataforma desde la que lanzarse a otros vuelos con nuevos destinos apenas seis meses después de haber aterrizado en el palacio de San Telmo. Quizá a los andaluces no les importe que se les haga ese quiebro delante de sus propias narices pero eso tiene un tufo de estafa anunciada que no ayudará a mejorar el prestigio, tan dañado, de la actividad política. Eso sin contar con que la victoria de la baronesa andaluza no sea al final tan rutilante como se pronostica y su plan acabe llevando demasiado plomo en las alas como para tener éxito.
Lo que queda claro es que Sánchez ha sido entronizado definitivamente como candidato suplente con fecha de rescisión de contrato. Y eso es tanto como pegarle un tiro en la cabeza a un partido que iba ya muy herido a las próximas batallas.