- No se puede agraviar a un comunista así como así. Un comunista nunca llora sus penas, sino que hace que otro las llore por él
Cuando colocaron a Lilith Verstrynge en el puesto de Enrique Santiago se oyó la deflagración de Unidas Podemos más allá de Orión. La formación saltó por los aires. No fue el detonante, sino la manifestación pública de que el “partido de la gente” está al rojo vivo, y nunca mejor dicho.
El trío político que se querían montar IU, Podemos y Yolanda Díaz ha saltado por los aires. Pero, ojo, no se puede agraviar a un comunista así como así. Un comunista nunca llora sus penas, sino que hace que otro las llore por él. Por eso no habrá paz para quien puso a Lilith.
Las estadistas Ione Belarra e Irene Montero están en el punto de mira de Garzón, Enrique Santiago y la pléyade comunista. Quien da, recibe, y la lista de agravios mutuos entre podemitas y garzonitas es ya muy larga.
Por ejemplo, no fue un descuido que Podemos quedara fuera del registro de Por Andalucía en las elecciones del 19-J. Fue una jugada de Izquierda Unida, quemada por el desprecio en las negociaciones para ocupar los puestos de salida. Porque todo esto va de cargos públicos, no de ideas.
Otro ejemplo. Vanessa Lillo, diputada regional de Izquierda Unida en Madrid, llamó “sinvergüenzas” y “ratas” a Pablo Iglesias y a los suyos en las elecciones madrileñas de 2021. El motivo fue que los podemitas hacían y deshacían en la coalición sin contar con ellos. Luego Lillo ganó las elecciones primarias y entró a cuchillo con los amigos de Iglesias. Así es la vida interna de los partidos.
Se están matando entre ellos y no hay reconciliación posible. Quien quería el trío era Yolanda Díaz, que se erigía como símbolo de paz entre unos y otros. Por eso su coalición, llamada Sumar, se ha anunciado tantas veces para tener luego una presentación discreta en la que iniciar el “proceso de escucha”. Pues lo que ha oído no le ha gustado.
Yolanda Díaz y Más País
Díaz quería construir un Frente Amplio con Más País, que solo funciona en Madrid, sumando a Podemos, en caída libre en toda España, e Izquierda Unida, que aún tiene cuadros. Eran el agua y el aceite. Pablo Iglesias, que todavía manda, no aguanta a Errejón, y este se deja querer para que sus antiguos compañeros se maten por su culpa y salir beneficiado de la masacre.
Al tiempo, Yolanda Díaz pretende eclipsar a Belarra y Montero, porque no tienen tirón electoral, sino todo lo contrario. Solo sirven para el escarnio público, y son despreciadas por la izquierda por carecer de credibilidad. Ni siquiera el “voto femenino” está con Montero. Esto es lo que plantean en Izquierda Unida y en Más País, que cuentan con Díaz, Rita Maestre y Mónica García para el toque feminista.
La consecuencia es que Díaz, que no es tonta, no quiere a los de Podemos en los puestos de salida de las listas en las elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2023. Por esta razón no quiso que los cargos podemitas estuvieran en la presentación de su proyecto en el Matadero, y de ahí que Podemos prohibiera que sus cargos fueran. De hecho, echaron a uno por pasar por la puerta.
Si Podemos queda fuera de la representación local porque es relegado en las listas se quedará sin fondos, lo que sería su desaparición. Sin dinero público Podemos no es nada. Lo que se juegan Belarra y Montero es su continuidad en el chollo, porque en la vida privada no rascan bola.
Ahora bien, Montero al menos puede romper con Díaz porque sabe que no volverá a ser ministra y se está preparando la salida a un organismo internacional, con un puesto de esos en los que se cobran 100.000 dólares o euros al año por pasearse. Así, los pringados de segunda fila de Podemos se quedarán en el paro en cuanto Montero y Belarra hagan que su partido vaya en solitario a las elecciones.
También está la otra parte. Si Yolanda Díaz no es capaz de contener a los comunistas populistas y a los populistas comunistas en el mismo partido, no tendrá futuro propio. Alguien que no es capaz de liderar una gran formación no tiene peso político. Es más; según aumenta el circo a la izquierda del PSOE, más posibilidades tiene Sánchez de convertirse en el refugio electoral de sus votantes, como pasó en Andalucía.
El trío era la salvación de Yolanda Díaz, y no ha sido posible. Solo le queda una cosa: convencer a Sánchez de que le dé un puestecito a la espera de que la eche a los seis meses, en la primera renovación.