ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 31/01/15
· Acabo de ver, como quien dice, las dos horas de comparecencia de Jordi Pujol ante el juez. Un cierto aturdimiento. Pujol fue presidente de la Generalidad durante 23 años. Y durante 23 años compatibilizó esta dedicación con la evasión fiscal. Contrariamente a lo que dicen sus apolojetas de todas las esquinas ha sido, a mi juicio, un enemigo del Estado, al que trató siempre con deslealtad —eso sí, calculada. Es el principal responsable de la decadencia de Cataluña, y su obra de gobierno, lastrada por la propaganda y la construcción de la nación, no logró mantener a Cataluña en la vanguardia española ni en lo económico ni en lo cultural ni en lo social, aunque sí en lo puramente televisivo. El interés de su pensamiento político apenas sobrepasa el de un populista, chapado con lecturas juveniles de los comunitaristas cristianos, y el conocimiento, insólito en su generación, de los cuatro principales idiomas europeos. Por lo demás es vecino y como quiso decir Sartre el infierno son los vecinos.
Sin embargo, y a pesar de tan graves apriorismos, yo solo vi un viejo sordo confuso declarando.
Sé que objetarás muchas cosas a este rapto sentimental mío. Te estoy oyendo. Para empezar, por qué me escandalizo de que se ponga a disposición del público el vídeo de la declaración ante el juez y no me pasa lo mismo con su declaración ante el parlamento. La diferencia es la que hay entre la responsabilidad penal y la política. Y esta frase macro lleva animalito dentro. La primera cuestión es la de la intimidad. La habitación, el aula o la sala donde se tramitan las diligencias penales comparten, en grados diversos, esa característica. El imputado penal, en su defensa, tiene derecho a mentir, a adular, a arrodillarse; y a la arrogancia, al desprecio y a la inconveniencia. Los que buscan la verdad, jueces y fiscales, tienen los mismos derechos: incluido el de parecer imbéciles, crueles y tramposos. Y todo eso debe producirse sin la presión de la publicidad y el espectáculo. Sin la presión de la ciudadanía levantada en armas mediáticas: la verdad no se elucida democráticamente.
Sé que piensas que Pujol va a salir bien de todo esto, y que va a ser difícil fundamentar una acusación penal. Yo también lo creo. Pero me resisto a pensar que la compensación de su inocencia penal sea esta variante de la pena mediática. Los ciudadanos de Italia tuvieron derecho, si la pena de muerte lo tiene, a ahorcar a Mussolini. Pero no tenían derecho al salivazo. El salivazo, además, es contraproducente: puede despertar la piedad de las personas razonables. Entenderás mejor esto si te digo que hay abierto un cierto debate entre juristas sobre la idoneidad de que la pena mediática sea un atenuante de la pena judicial. Me parece un debate interesante, porque, en casos como este, la pena mediática es la más severa. Por lo demás, hay una pena más grave que Pujol soportará, y es la de la historia, pagada en vida. También por esa razón creo que no es preciso verlo humillado en este vídeo de calidad porno amateur.
Estas objeciones tuyas, que son también las mías, se complican, sin embargo, cuando aparece en escena el señor Joaquim Pujol i Figa. Tal vez lo recuerdes. En junio de 1990 sustituyó en la secretaría general de la presidencia al mítico Lluís Prenafeta. Pujol i Figa era lo que ha dado en llamarse, con un desdén por el color que no acabo de comprender, un hombre gris. Era también primo del imputado. Y la gran novedad, descubierta después de la declaración judicial: fue el último testaferro del legado que Florenci Pujol dejó a su hijo, antes de que los nietos se ocuparan de su administración. Ni en su confesión manuscrita ni en su declaración parlamentaria Pujol había desvelado este nombre, ni el del primer testaferro, Delfí Mateu. ¡Es lo que diferencia la responsabilidad penal de la responsabilidad política! Debes meditar: Pujol nombró para un alto cargo de la Generalidad a un hombre que administraba ilegalmente parte de su fortuna, depositada en paraísos fiscales. Este hecho, puramente inconcebible, explica con una nitidez durísima qué fue el pujolismo, qué habitación cerrada y rancia, qué confusión entre los intereses personales y colectivos, qué impunidad soberbia. No solo tuvo dinero en el extranjero y evadió impuestos durante las dos décadas largas de su presidencia. Es que metió a su mismísimo testaferro en la Administración, y quién podría negar ahora que lo hiciera como premio a su discreción, fidelidad y buen hacer en el manejo de los fondos reptilianos. Y como depositario, al fin y al cabo, del secreto máximo (¡al menos por lo sabido hasta ahora!) de la máxima autoridad catalana. Es fama etimológica que secretario viene de secreto.
Lo más impactante del vídeo es la facilidad con que Pujol dio ante el juez el nombre de su primo y testaferro. Esa facilidad hay que verla. No basta con su transcripción metódica. Y es ahí donde vacilan mis convicciones ante la difusión de las filminas. La vieja tensión periodística entre moral y hechos. Sí. Es preciso ver con qué indiferencia encara El Impune el nombramiento de Pujol i Figa, primo y cómplice. Podría haber evitado su nombre sin mayor problema. Pero mi sospecha es que, incluso delante del juez, el fiscal, y toda la solemnidad jurídica, Jordi Pujol i Soley seguía creyéndose impune. Es decir, al margen de la vergüenza política y ética que supone responder a esta pregunta que nadie le hizo: ¿Le pareció normal, señor Pujol, darle un alto cargo político a su testaferro?
Pero, a pesar de todo, no hace falta que veas el vídeo. Para eso estoy yo. Sigue con salud.
ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 31/01/15