Después de ver cómo la Ley de Amnistía se convertía en tema de debate en el Europarlamento con un resultado amargo para sus intereses (27 intervenciones en contra del Gobierno español por sólo 15 a favor), Pedro Sánchez sumó ayer una crisis diplomática con Israel en el momento menos conveniente para ello.
Tras la tensa reunión del pasado miércoles con Benjamin Netanyahu, que cercenó de raíz la posibilidad de que España se convierta en la sede de una conferencia de paz entre israelíes y palestinos, el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí convocó a la embajadora española en Jerusalén para «mantener una conversación de dura reprimenda».
El Ministerio de Asuntos Exteriores israelí también acusó públicamente al presidente español (así como al primer ministro belga, Alexander de Croo) de «dar apoyo al terrorismo» por sus declaraciones de las últimas 24 horas.
«Israel está actuando en consonancia con la ley internacional y está peleando contra una organización terrorista asesina peor que el ISIS, que está cometiendo crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad» dijo el ministro de Exteriores israelí, Eli Cohen. «Después del alto el fuego, retomaremos los combates hasta que el gobierno de Hamás en la Franja de Gaza sea eliminado y los rehenes sean liberados» añadió luego.
El Gobierno español respondió horas después por boca del ministro José Manuel Albares, que afirmó que las acusaciones israelíes son «falsas e inaceptables».
No ayudó a calmar los ánimos la comparecencia pública de Sánchez ayer viernes en el Paso de Rafah, la frontera que une Egipto con Gaza, y donde en ese mismo momento se producía el intercambio de rehenes israelíes por presos terroristas palestinos.
No es sólo que Jerusalén haya interpretado esa comparecencia como un intento de Sánchez de robar el protagonismo a los rehenes liberados aprovechando la presencia de los medios de comunicación, sino que el presidente acusó a Israel de cometer una «matanza indiscriminada de civiles inocentes, incluyendo miles de niños y niñas».
Desde el punto de vista diplomático, la comparecencia de Sánchez fue una torpeza innecesaria que tendrá serias consecuencias para España en el terreno político, económico y de cooperación antiterrorista. Y eso después de que la visita del presidente, líder de un país con escaso peso geopolítico, sólo haya sido aceptada por Jerusalén dada su condición de presidente rotatorio del Consejo de la UE.
Desde este punto de vista, ofender a tu anfitrión cuando has sido invitado por él acusándole de matar «indiscriminadamente», y hacerlo además en plena liberación de rehenes, supone una ofensa difícil de disculpar.
Cuestión aparte es el contenido de las palabras de Sánchez. Porque es evidente que la operación militar de Israel está provocando bajas colaterales. Bajas provocadas, es cierto, por el uso que hace Hamás de los civiles como escudos humanos.
Pero también es cierto que los estándares de una democracia deben ser siempre superiores a los de cualquiera de sus enemigos.
EL ESPAÑOL es un diario radicalmente contrario a la violencia. Y lo es no desde un punto de vista naif, sino realista. Es obvio que un líder como Netanyahu deba afrontar decisiones moralmente imposibles, como lo fue el bombardeo de Dresden o el lanzamiento de la bomba atómica sobre Japón.
Pero es nuestra obligación presionar para que esas decisiones moralmente imposibles sean lo menos moralmente inaceptables posibles.
Desde ese punto de vista, el comportamiento de Pedro Sánchez ha sido tan torpe diplomáticamente, y su ganancia tan minúscula (el aplauso de sus socios más radicales), que EL ESPAÑOL sólo puede sorprenderse por el enorme error.
Este diario exige una solución a la violencia en Gaza que no pase exclusivamente por la vía militar. Pero también comprende que la solución de un Estado palestino sólo tendrá sentido después de que el mundo árabe garantice la seguridad de Israel y de que Hamás haya sido eliminado por completo. Y por eso la visita de Sánchez a Israel ha sido un ejemplo de mala diplomacia.
El tiempo dirá si este episodio condena a España a veinte años más de marginación en el escenario internacional, como ocurrió tras el famoso incidente de Zapatero con la bandera estadounidense.