‘Duelo de titanes’, podríamos titular el monumental desaguisado. Este fiscal general celoso es el mismo que parceló por municipios la legalidad de ANV, que hace dos años hablaba de «una especie de Guantánamo electoral». ¿Tiene razón Cándido Conde? Cualquiera que sea la respuesta a la pregunta, el presidente tendría que remangarse.
Era de temer que el relativismo epistemológico de la vida política española llevara a extremos como éstos. El Estado es ya una Babel íntima en la que no hay capacidad de entendimiento entre responsables muy principales de la obra. No se trata ya de que el Ministerio de Administraciones Públicas pierda una parte sustancial de sí mismo para ser Vicepresidencia. O de que su titular sea un secretario de Estado con salario y despacho de vicepresidente, a quien ha encomendado el presidente del Gobierno y los Deportes la coordinación de los hombres/as y las tierras de España.
¿Qué puede coordinar un hombre como Chaves, el tercero, si la administradora de la hucha es Salgado, la segunda? Es natural que Montilla lo rechace como interlocutor. ¿Qué pensar si la vicepresidenta primera dijo ayer que «nadie sabe cómo ni cuándo salir de la crisis»? ¿Cuántas veces había prometido el presidente la creación de empleo para el pasado mes de marzo y la recuperación hacia el final de año? Escriban en Google ‘Zapatero’ + recuperación en 2009 y tendrán 389.000 resultados, no diré más.
Al caos general se sumaban ayer dos nuevos hechos: el ministro de Trabajo descalificaba por indocumentado al gobernador del Banco de España y el fiscal general del Estado sólo se fía de la mitad de la cuadrilla, que son dos: Guardia Civil y Policía Nacional. Considera Cándido Conde con aliteración y publicidad que la Policía sólo responde al juez instructor y que la Fiscalía no tiene más que a la Guardia Civil para ilegalizar las marcas alternativas de Batasuna. Otro elemento reciente de la crisis es que Anticorrupción ha rechazado por tercera vez que existan indicios suficientes contra los aforados del PP como para elevar la causa al Tribunal Supremo.
Naturalmente, no podía faltar Garzón en una comedia de enredo. Duelo de titanes, podríamos titular este monumental desaguisado, porque este fiscal general celoso es el mismo que parceló por municipios la legalidad de ANV, que hace dos años hablaba de «una especie de Guantánamo electoral»; el mismo que sorprendió a la peña al anunciar que «el vuelo de las togas de los fiscales no eludirá el contacto con el polvo del camino», expresión que en la más inocua de sus interpretaciones remite a la vieja cuarteta popular: «Qué polvo tiene el camino / qué polvo la carretera / qué polvo tiene el molino / qué polvo la molinera».
La Policía ha rechazado airadamente la acusación, mientras el Ministerio calla prudente en un conflicto al que no se le recuerdan precedentes. ¿Tiene razón el fiscal general? Cualquiera que sea la respuesta a la pregunta, el presidente tendría que remangarse. En un viejo chiste de Ramón, un baranda exponía a las masas una cruda disyuntiva: «¡Nosotros o el caos!» «¡El caos, el caos!», reclamaban despavoridas las bases. «Es igual», remataba el orador.«También somos nosotros».
Santiago González, EL MUNDO, 17/4/2009