IGNACIO CAMACHO-ABC
- La estrategia de Sánchez ha acabado en descalabro. Feijóo ha pasado el test y el mapa de poder territorial queda intacto
Ganar es ganar y perder es perder, y esta tautología es pertinente en política, sobre todo a la hora de interpretar resultados electorales al margen de las consignas partidistas. En Galicia los datos dicen que la izquierda en conjunto ha perdido y que el PP ha ganado por quinta vez consecutiva en quince años. Luego ya se podrá afinar con consideraciones de carácter secundario sobre el avance del BNG a costa de un Partido Socialista autodescalabrado o sobre el modo en que Sánchez apostó por el nacionalismo dejando tirado a su candidato (ya le compensará el sacrificio con algún cargo) para acabar arrastrando a todos al fracaso. Lo que estaba en juego era la mayoría de la derecha y el crédito de su liderazgo nacional, y ambos factores se han mantenido a salvo. El mapa de poder territorial dibujado en mayo queda intacto a la espera de los comicios vascos y Feijóo ha pasado el primer examen de estrés tras la frustración del verano.
La letra pequeña del escrutinio dice que Vox sigue siendo una fuerza residual en la autonomía gallega y que el conflicto entre Sumar y Podemos merma las posibilidades de una extrema izquierda desangrada por la feroz disputa interna. Que Yolanda Díaz carece de arraigo político en su tierra y que la maquinaria electoral creada por Fraga hace tres décadas continúa dando pruebas de eficiencia. El ‘statu quo’ a escala de Estado no se altera y cabe presumir que los populares se alzarán con la victoria en la próxima convocatoria europea. En esa cita se medirá el desgaste real del sanchismo tras el debate de la amnistía, aunque la foto de la circunscripción única no permita extrapolar el diagnóstico de manera precisa porque los diputados al Congreso se reparten en una operación matemática distinta donde resulta crucial la distribución por provincias. De momento sólo cabe colegir que la coalición gubernamental va bastante por detrás pese a su decidida estrategia de unidad con los nacionalistas.
En ese sentido, el presidente sólo ha logrado en este test regional jibarizar aún más la autonomía de su proyecto hasta conducirlo a la irrelevancia. Ni siquiera ha podido sacar rédito del resbalón de Feijóo con su inesperada confesión sobre la ‘reconciliación’ catalana, aventada a todo trapo por la propaganda adversaria. Es posible que en el fondo le dé igual, porque su único objetivo real es la permanencia al frente del Gobierno y eso depende de un sistema de equilibrios más complejos que los del envite gallego. Lo que no puede esquivar, por más que no tenga dentro ni cerca nadie capaz de pedirle explicaciones por ello, es su responsabilidad personal en este hundimiento, la evidencia de que la idea de derrotar al PP mediante una candidatura ajena no ha surtido efecto. En todo caso su debilidad vuelve a quedar de relieve tras el tropiezo y eso significa que el apoyo de sus socios separatistas va a subir de precio.