Miquel Giménes-Vozpópuli
- Así denominamos en catalán lo que viene siendo una casa de lenocinio. Término perfectamente aplicable al momento que vive el separatismo y, de resultas, Cataluña
Pues señor, a estas alturas todavía no hay gobierno en la regioncita catalana ni se le espera. Esquerra ha conminado a los neoconvergentes a que se dejen de tanta pavada y pacten de una vez, pero el chiquitín de Aragonés no intimida a nadie y menos a éstos. Los herederos del pujolismo lo quieren todo a cambio de nada y se niegan en redondo a ceder ni un milímetro. Que Cataluña esté en la ruina, enferma, sin rumbo y hundida les importa, con perdón, una cagarruta de cabra. Jamás se ha visto semejante egoísmo entre nuestros políticos, que ya es decir. Anclados en sus despachos, los separatistas que viven de esto desde hace tiempo no tienen la menor intención de dejar de hacerlo. Es cuestión de sueldos, cargos y chollos lo que los divide y no otra cosa.
Esta circunstancia que afecta a los que vivimos en este desgraciado rincón de España se complica más cada día. Como servidor predijo hace bastantes años, hay una parte residual del mundo separata que se ha echado al monte. Un colectivo que se autodenomina L’Estaca ha colgado muñecos en diferentes lugares, catorce para ser exactos, en los que se pueden ver las siglas de JxC, ERC y las CUP junto a pancartas en las que se lee “Primer aviso. Queremos la independencia”. En un comunicado han dejado claro que “el pueblo ya votó y dejó claro que quería la independencia, así que exigimos sin más pérdida de tiempo el cumplimiento de sus exigencias”. Estos no están por bromas, recuerden que el citado colectivo ha protagonizado acciones violentas como el incendio de diferentes radares en carreteras de Lérida y Gerona.
Tienen, pues, a su propia parroquia soliviantada, dividida y quemada. El hecho de que en los próximos días veintinueve altos cargos de la Generalidad, entre los que se incluye el director de TV3, tengan que declarar en la Audiencia de Barcelona por su presunta colaboración con el 1-O no va a calmar las aguas. Que los neoconvergentes, idénticos a la Lega italiana y, por tanto, de extrema derecha, puedan sacar tajada de esto no es óbice para que la fragmentación de lo que pretendían hacernos ver como un sólido bloque separatista sea más y más patente. La CUP, aquella en la que su dirigente David Fernández se abrazaba con Artur Mas y casi le hacía reverencias a Pujol cuando fue al Parlament para declarar como presunto corrupto, ha dicho por boca de su portavoz Mireia Vehí que el 1-O “no fue un referéndum democráticamente reconocido y, por tanto, el Gobierno de la Generalidad tiene que convocar otro”. Vehí añadió que las CUP descartan entrar en el Gobierno catalán porque “lo que tenemos encima de la mesa no es suficiente”. Ea.
Como pueden comprobar, mientras los separatas políticos han convertido la administración autonómica en una casa de barrets, hay otros separatas que siguen a lo suyo sin desfallecer en ningún momento. Es terrible
Así están, todos contra todos en un sálvese quién pueda. Los de Junts, que acusan a Esquerra de querer ser los protagonistas y dejar a los presos y a los que se fugaron en el limbo; Esquerra, que acusa a Junts de ser unos totalitarios que no admiten ninguna opinión que no sea la suya; los cupaires, que se las den de divinos por encima del bien y del mal y fingen ser los más revolucionarios, eso sí, sin dejar de cobrar un pastizal al mes por sus cargos. Mientras, lógicamente, la vida sigue y la cadena de gimnasios DIR acaba de obtener del Gobierno catalán la sustanciosa cifra de 2,6 millones de euros en forma de préstamos participativos por la cosa de la covid y tal. Que Marta Ferrusola fuera en su día la presidenta de la Fundación DIR o que Josep Pujol i Ferrusola detentara el tres por ciento – vaya con la cifra – del negocio es irrelevante. Seguro que usted, pequeño o mediano empresario, o usted, autónomo, o usted, comerciante, ya han recibido un dineral por parte de la Generalidad para ayudarles por sus pérdidas durante la pandemia. Los tienen cuadraos.
Como pueden comprobar, mientras los separatas políticos han convertido la administración autonómica en una casa de barrets, hay otros separatas que siguen a lo suyo sin desfallecer en ningún momento. Es terrible. Francamente, yo creo que, con todo esto, Ayuso debería dimitir.