PEDRO GARCÍA CUARTANGO-ABC
- Pedro Sánchez carece ahora de autoridad moral para repudiar los comportamientos que él ha alentado con su pésimo ejemplo
Ya Platón afirmó que todo lo que existe tiene una causa y que sin causa nada puede existir. Las cosas no pasan por casualidad sino por causalidad. Esto es extrapolable al caso de Koldo García, que pone en evidencia un fallo muy grave de los controles que deberían haber evitado la especulación en la compra de mascarillas.
Ayer la Comisión Ejecutiva del PSOE dio un ultimátum de 24 horas para que Ábalos renuncie a su acta de diputado, argumentando con razón que tiene una responsabilidad política por el comportamiento de su subordinado y protegido. Pero la dimisión del exministro ni va a servir para amortiguar el escándalo ni exime a quienes contrataron los servicios de una empresa que era un cascarón vacío.
Resulta hipócrita condenar la corrupción cuando el Gobierno de Sánchez ha reducido las penas por malversación, ha desmontado los controles institucionales y ha puesto al Estado al servicio del partido. Peor aún, cuando ha pactado una amnistía con Puigdemont para seguir en el poder.
El gesto de pedir la renuncia a Ábalos es inútil si no se adoptan medidas para acabar con las prácticas clientelares que tanto le gustan a Sánchez, que ha sustituido la meritocracia por la amigocracia en el nombramiento de altos cargos.
Existe una evidente responsabilidad del PSOE por los muchos episodios de corrupción que han aflorado desde que Alonso Puerta fuera enviado a las tinieblas por denunciar el amaño de las contratas municipales en Madrid. De Filesa a los ERE pasando por Roldán, los casos son demasiado reiterados. Lo de los cien años de honradez ha quedado desmentido por los hechos.
Hay en el caso de las mascarillas el agravante del enriquecimiento durante una pandemia que provocó 14.000 muertos, según datos oficiales. Soluciones de Gestión fue una empresa montada para dar un pelotazo y fue homologada como suministrador de material sanitario por el Gobierno. Eso requiere una investigación.
La democracia ha traído consigo libertad y una mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, pero ha sido incapaz de poner coto a la corrupción. El tráfico de influencias, las puertas giratorias, el amiguismo y la patrimonialización de las instituciones son la asignatura pendiente de nuestro sistema político.
Sánchez ha renunciado a la regeneración ética que prometió, ha traicionado su palabra y ha convertido el Congreso en un mercado donde todo está a la venta. Por eso, carece ahora de autoridad moral para repudiar los comportamientos que él ha alentado con su pésimo ejemplo.
Para gobernar no basta con la legitimidad. Hay que ser además ejemplar y servir al bien común. El presidente ha antepuesto sus intereses particulares a los de la nación y ha dividido a los españoles. De esos polvos vienen estos lodos que revelan una forma de ejercer el poder.