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El punto fuerte de las dos cabezas visibles que el Gobierno tiene al frente de la crisis no es la precisión. En el caso del ministro de Sanidad, Salvador Illa, tampoco la especialización. Sánchez lo nombró ministro sin que supiera de Sanidad, para hacer frente a una pandemia inédita los diez días de su estreno. Solo un lego pudo dictaminar: “El impacto del coronavirus se produjo el domingo (8-M) por la noche”, después de que las manifestaciones se disolvieron, podría haber añadido para redondear el diagnóstico. ¿Cómo iba a llevar a nadie la contraria sobre la imprudencia de las manifestaciones? ¿Se le imaginan en enérgica advertencia o tajante prohibición de convocar a la pareja Ceaucescu?
El número dos, Fernando Simón, era un epidemiólogo que se acreditó como portavoz durante la crisis del ébola, pero que en la pandemia actual parece actuar como portavoz del Gobierno. Simón tenía conocimientos, pero careció de coraje para advertir de que las manifestaciones alentadas por el sanchismo eran de una irresponsabilidad extrema, lo que adornó con que él no iba a decirle a nadie lo que tiene que hacer pero que si su hijo se lo preguntaba, «le diré que haga lo que quiera». Consumado el desastre, ayer mismo comprendía que Pablo Iglesias se hubiese saltado la cuarentena,-ya van tres veces-, que él mismo anunció tras el positivo de su novia. “Una excepción razonable”, dijo y acertó solo en la mitad: excepción sí es. Y si Iglesias tiene bula, Sánchez ni les cuento.
Hubo un momento en que Pedro pareció ganarle el pulso a Pablo, al dejarlo fuera del Comité de Coordinación Interministerial, que solo forman el presidente y seis ministros socialistas: Carmen Calvo, Grande-Marlaska, Illa, Robles, Ábalos y Mª Jesús Montero. En la práctica da igual, porque el jueves se hizo convocar rueda de prensa en La Moncloa, junto al párvulo de Sanidad. Y se marcó un mitin, con la demagogia que trae desde la cuna. Ya lo dijo hace unos años en Zaragoza: él entre educación y propaganda, ¿qué va a preferir? Naturalmente propaganda. Y un vicepresidente del Gobierno arremetió contra el Jefe del Estado con las caceroladas: “libertad de expresión”. Y su partido secundaba: “Emociona escuchar las cacerolas que dicen #CoronaCiao”. La emoción de esta gentuza ya la había sentido el líder al ver a un policía pateado por sus manifestantes. “debemos politizar el dolor, que el dolor se convierta en propuestas para transformar la realidad”, dijo a su tropa hace tres años y medio escasos. ¿Y qué dice Pedro del tema? Ni mú.
Nadia Calviño estuvo en un tris de hacerse con la coleta de Iglesias el pasado sábado. No hubo suerte. Iglesias fue aparentemente derrotado, pero ha ido cobrando su factura sin desmayos: control del CNI en un decreto para declarar el estado de alarma, desprecio al Rey que no inmuta al presidente. “Lo peor está por llegar” dicen el presidente y su ministro de Sanidad, dos profanos. No es del todo cierto; lo que está por llegar es lo más doloroso de la pandemia, lo peor empezó a colarse en. Aquella moción de censura en la que el presidente más indigno de nuestra democracia se hizo aupar al cargo por sus iguales.