Por decencia democrática desprecian el legado de Gabriel Cisneros y legitiman el de Otegi

En días como este hay que recordar la anécdota que contó Cayetana Álvarez de Toledo en una de sus filípicas a Félix Bolaños. Ella había escrito en 2006 un perfil de Otegi que tituló con su nombre de guerra, ‘El Gordo’. La llamó Gabriel Cisneros para pedirle escribir un libro a pachas. “Quiero que todo el mundo sepa quién es en realidad Arnaldo Otegi”. El Gordo fue procesado por el intento de secuestro de Cisneros el 3 de julio de 1979, en el que los autores dispararon contra su víctima que resultó herido de gravedad. Otegi no fue condenado por falta de pruebas.

El secuestro era su especialidad. Tenía nueve en su historial, además del asesinato de Juan de Dios Doval. Él mantuvo durante nueve días en un zulo a Luis Abaitua para interrogarlo y según contaba Leyre Iglesias, jugar a la ruleta rusa con él. Entre las informaciones que sacaron Otegi y los cuatro poli-milis que le acompañaban estaban los datos de Luis Mª Hergueta, directivo de Michelin que fue asesinado en junio de 1980. Otegi fue condenado a seis años por el secuestro de Abaitua, pero ha salido indemne de casi todo lo demás. Del intento de secuestro y atentado contra Cisneros, a pesar del testimonio inculpatorio de la terrorista Françoise Marhuenda, a la que nuestra izquierda no le aplica el ‘hermana, yo sí te creo’, porque ella también inculpó a Otegi del secuestro de Javier Rupérez, con lujo de detalles, como el reparto de las armas entre los miembros del comando. También fue absuelto del secuestro de Rupérez, que también está seguro, como lo estuvo Cisneros, de que su secuestrador fue Arnaldo Otegi Mondragón.

Todavía no conocemos el contenido del pacto que los herederos de ETA suscribieron con el Gobierno de los socialistas, ‘los gorrinos’ según les llamaba ETA en sus papeles. Ninguna de las partes lo ha explicado, aunque debe de ser algo sustancial porque Otegi, el secuestrador consumado, es el único que ha dado a Sánchez cuantos apoyos ha necesitado, sin  cobrarse al contado la coima como hacen los nacionalistas incruentos y todos los socios del Gobierno. Lo dijo claro Cayetana: «Ustedes desprecian el legado de Gabriel Cisneros y legitiman el de Otegi».

Lo que pasa es que Arnaldo Otegi tenía más bazas de apoyo que la credibilidad que debía de tener para los jueces su compañera de armas Françoise Marhuenda. Está también la actitud del inidóneo, vale decir del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz. El fiscal Azcárraga, encargado de los más de 300 asesinatos de ETA sin resolver, pidió una prórroga de seis meses de las diligencias con el fin de recibir y evaluar un informe de la Guardia Civil que podría contribuir a aclarar la participación de algunos etarras en el asesinato de Hergueta. Don Álvaro o la fuerza del sino se lo negó.  Hasta la Guardia Civil ha echado una mano al borrar el nombre de Otegi de una declaración de dos terroristas acusados del asesinato de Juan de Dios Doval. Hay que ir a un anexo en el que sí figura.

El cáncer le impidió a Gabriel Cisneros explicar a todo el mundo quien es Arnaldo Otegi, pero en esto yo creo que pecaba del optimismo natural de la gente bien. Todos los sabemos, Bolaños y los suyos también lo saben, lo que pasa es que a ellos no les importa. Patxi López justificaba los pactos del presidente del Gobierno con EH Bildu “por decencia democrática”. El fiscal general del Estado, la Guardia Civil, ¿les había dicho ya que todo lo que toca Pedro Sánchez lo emputece? Quod erat demonstrandum.