ABC-IGNACIO CAMACHO
El espectro de Franco se le aparece como ánima en pena a un Gobierno laico obligado a pedir ayuda a la Iglesia
EN el día de los Difuntos –ahora sustituido por el detestable Jagulín que decía una oyente de Carlos Herrera–, el espectro de Franco se aparece al Gobierno como un alma en pena. La obsesión por desenterrar su cadáver y sacarlo del siniestro Valle donde reposa bajo la húmeda desolación de la piedra ha acabado convirtiéndose para el sanchismo en un quebradero de cabeza. El presidente tiende a gobernar a base de impulsos, sin meditar las consecuencias de decisiones que necesitan de una mínima idoneidad técnica, y esa impremeditación compulsiva compromete los detalles de su proyecto estrella. La falta de destreza, el apremio innecesario y sobre todo la caprichosa propensión a inventar problemas pueden acabar en el tragicómico resultado de reenterrar al dictador en la cripta de La Almudena. En el corazón de Madrid, frente al Palacio Real, con fácil acceso para todo el que quiera: una solución (?) calamitosa que dejaría al Gabinete en el ridículo de su incompetencia y cuya alta probabilidad le ha obligado a pedir socorro a una de las instituciones que más detesta. Al final, como una parodia de la dupla quijotesca, Sánchez y su vicepresidenta han ido a toparse con la Iglesia.
Pero la Iglesia, aunque estuviese dispuesta, que no se sabe, apenas les podría echar una mano. Una vez exhumados los restos, sólo los herederos tienen la potestad de decidir dónde depositarlos, y además la tumba de la catedral madrileña les pertenece en propiedad porque la compraron. Esta evidencia la admitió, el 12 de octubre y en el vecino Palacio, la propia Carmen Calvo, a la que ahora su jefe ha enviado a negociar a la desesperada con el Vaticano. Allí se ha encontrado con la experiencia de siglos de una curia acostumbrada a actuar con el tiempo como aliado. El Ejecutivo español no encuentra amparo legal en los acuerdos con la Santa Sede ni en ningún otro pacto diplomático, y la inoportuna mención a los delitos de pederastia no ha funcionado porque es mala táctica presionar a quien quieres que te saque de un atasco. Al Episcopado español no le hace ninguna gracia la idea de ser el casero de Franco y convertir el templo en centro de peregrinación de detractores y de partidarios. Pero la única gestión que está a su alcance es la de tratar de persuadir a la familia con más o menos tacto, es decir, suplantar al Gobierno en el sensato trámite por el que éste debió haber empezado.
No ocurrió así porque le sobró arrogancia. Porque se olvidó de que en democracia hay que tener razón jurídica y habilidad política además de mayoría parlamentaria. Ahora está metido en un laberinto al que no encuentra salida clara y en riesgo de que su autoridad y su ya escaso prestigio se disipen en una absurda polémica funeraria. En la víspera de la noche de las ánimas, el Gabinete bonito de Sánchez se ha enredado de una manera inopinada con la mortaja del más lúgubre de sus fantasmas.