IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

El martes, en una entrevista televisada, el vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindos, dijo que su escenario central -el que más probabilidades tiene de cumplirse-, sigue siendo de un crecimiento del 3% en la Eurozona y que en ningún caso contempla una recesión. Que Santa Lucía le conserve la vista y la Virgen de los Desamparados le sostenga la esperanza.

No sé como puede suceder tal cosa. Le recuerdo que cuando empezó todo este lío de la energía, su jefa, Christine Lagarde, pronosticó una época corta de subidas moderadas de precios. Todo iba a ser pasajero y en pocos meses los precios volverían a la normalidad. ¿Seguirá pensando lo mismo cuando llevamos ya casi un año de alzas constantes y lo que es peor, crecientes?

Para que se cumpla la esperanzadora previsión de una economía creciente hace falta que coincidan dos cosas. Una cae en el terreno de lo psicológico y otra en el real. Hace falta que las empresas inviertan y las personas consuman y también que inviertan en productos duraderos. Y para ello es necesario en primer lugar poder hacerlo, es decir, disponer de las rentas necesarias, y en segundo, querer hacerlo, para lo cual hay que tener una visión optimista del futuro. Verlo despejado y no tener miedo.

¿Se dan ambas circunstancias? Usted dirá. Yo miro alrededor y veo una gran preocupación. Tener una guerra de impredecible desarrollo en las fronteras de la UE no es el mejor escenario para sustentar la tranquilidad, y cada vez que paramos en una gasolinera o vamos a la compra comprobamos sin esfuerzo que esto de los precios hace tiempo que no tiene ninguna gracia.

La inflación es un problema serio. Si acomodamos a ella los salarios y las pensiones realimentaremos la inflación, dañaremos aún más los márgenes de las empresas y agrandaremos el agujero de las cuentas públicas. Si no lo hacemos, todos perderemos capacidad de compra, con lo que consumiremos menos y no invertiremos. El Gobierno y los empresarios han dicho que conviene moderar las subidas de los salarios. De las pensiones nadie se atreve a hablar por el momento. Pero los sindicatos no están por la labor, como es lógico, y los aguerridos pensionistas velan sus armas y ya sabemos como las gastan.

Así que nada me gustaría más que Luis de Guindos tuviese razón y cerrásemos el año con un crecimiento del 3%. Pero qué quiere que le diga, a mí me parece más la expresión de un deseo compartido que una visión certera del futuro. ¡Ojalá me equivoque!