Eduardo Uriarte-Editores

Un grave problema del que adolece nuestra democracia desde que apareciera Sánchez en escena en actitud de ruptura -quebrando el considerado, hasta entonces, principio sagrado de permitir el gobierno a la lista más votada-, es que las transgresiones de la legalidad se fueron extendiendo desde entonces, incluso, más allá de la mutación constitucional, llegando al derribo de aspectos fundamentales de ésta. Así, no es sorprendente que en esta escalada en la arbitrariedad se haya llegado al conflicto entre el Congreso y el Senado, y que incluso se potencie el criterio de que el Senado no tiene la importancia del Congreso en la defensa de un asunto que considera de trascendencia constitucional.

El totalimo asumido desde el Gobierno, según concepto afortunado de Antonio Elorza, le concede la potestad de la arbitrariedad según su conveniencia, pero destruye de tal manera el ámbito político que no hay lugar para la sorpresa si colectivos políticos más osados, que no aceptan el marco constitucional, una vez roto el dique que permite la convivencia en el seno de la legalidad por el propio Gobierno, se lancen a por la victoria en las urnas -último reducto simbólico de democracia pero absolutamente insuficiente-. Y así puedan llegar al poder o alcanzar sus metas, bien sea la victoria de Bildu en Euskadi o la de Puigdemont, y la posterior secesión, en Cataluña. Es que, compañeros del metal, habéis hecho todo mirando en vuestro provecho, para que el caos más profundo nos vaya sumergiendo a todos.

Una frase falaz durante la campaña electoral vasca es que la juventud vasca, volcada mayoritariamente en Bildu, no tiene conocimiento de lo que fue ETA. Si lo tiene, al menos sabe lo que fue ETA gracias al relato que Sortu ha hecho hegemónico en su seno. Ha visto a ETA en los festivos recibimientos de etarras consentidos por las autoridades, ha tenido que estudiar una historia adecuada al victimismo de todo un pueblo por España en el que se legitima los excesos de los héroes del pueblo oprimido, e incluso escuchado algunos sermones en la iglesia en este mismo sentido. Para colmo sabe, porque además lo repiten los ministros, que es una fuerza democrática y progresista (porque apoya al Gobierno de progreso), y, además, tiene el encanto de las apariencias de rebeldía y defensa del oprimido, y un activismo impune de evidente atractivo para la juventud.

Claro que saben lo que fue ETA, y la comodidad de estar gregaria y acríticamente al sol que más calienta, en la seguridad del grupo portador del idioma que otorga una concepción particular del mundo. Claro que saben lo que fue, y es, ETA, gracias a que ella y su terror quedaron legitimados en Bildu desde el momento que se les legalizó como formación política por el Constitucional, y, mucho más, desde el momento en que Sánchez necesitó a sus sucesores. Ahora, pueden ganar las elecciones como lo puede hacer Puigdemont dentro de poco, porque el populismo y arbitrariedad del Gobierno ha sido sobrepasado.

Prepárese el que suceda a Sánchez a reconstituir la nación porque no podría sacarla adelante en las ruinas que el populismo ha dejado. Si el PP ganase algún día tendrá que abrir un proceso constituyente tras descubrir todos los errores y agujeros que la fallecida Constitución ha permitido para acceder al colapso actual que padece -les recuerdo que por medida arbitraria estamos sin presupuestos-. Sin una constitución militante y federal difícilmente se podrá truncar la deriva en el caos que Sánchez y sus aliados nos han creado.