Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

La inversión extranjera en Euskadi ha caído un 42% en la primera parte del año. El dato impresiona, pero no es lo peor. No corren buenos tiempos para la inversión en general dada la cantidad de incertidumbres que pueblan el panorama económico mundial, corren muy malos para las inversiones en Europa, dado que nos estamos convirtiendo en un parque temático de cultura e historia (eso está muy bien, pero antes vivíamos de la industria) y corren fatal para las inversiones en la industria europea, cada día más incapaz de seguir el ritmo de americanos y asiáticos.

El dato puntual no es lo importante. Somos pequeños y las estadísticas pueden verse afectadas y distorsionadas por casos puntuales. Lo importante es la tendencia año tras año, y ahí sí que vamos mal. Hemos pasado de disputar los puestos de cabeza a acercarnos a la medianía y a alejarnos cada vez más de Madrid, convertida en un polo de atracción inalcanzable. Además, cada día pesan más las inversiones a consecuencia de ‘compras’ de empresas que las dirigidas a ‘crear’ empresas, lo que agudiza la tendencia a la famosa pérdida de arraigo.

Por eso es obligado debatir sobre las causas del fenómeno. Todas son muy conocidas, aunque muchas son aceptadas sin protesta por la mayoría y alguna incluso negada con contumacia. Somos un país pequeño, pero eso se cura con buenas infraestructuras y conexiones tupidas (repasen aquí la evolución del tráfico de mercancías del Puerto de Bilbao). Y somos pocos, con lo que la mano de obra se ha convertido en un bien muy escaso. Los salarios son altos y eso es bueno si se corresponde con la capacitación y la productividad de los trabajadores y, no lo es si es consecuencia de la presión sindical. Tenemos sindicatos que se vanaglorian de ser líderes también en número de huelgas y en horas perdidas. Nadie recapacita por los efectos desastrosos de un nivel de absentismo sin relación con el nivel -y el coste- sanitario del país. La Administración que pudo ser ágil y eficaz -al ser de nuevo cuño- ha adquirido los habituales ‘tics’ de lentitud y falta de deseo de facilitar los trámites. La fiscalidad es muy buena si les escuchan a nuestras autoridades, pero choca con la realidad que comentamos hoy. El Concierto no se ha puesto a disposición de la creación de riqueza ni de generación de empleo. De hecho se usa demasiado poco y con exceso de seguidismo. Y hemos convertido la promoción del uso de un bien cultural como es una lengua milenaria en una traba de acceso a la movilidad y al trabajo.

Conclusión, poca inversión y poca industria. Por eso muchos de nuestros jóvenes mejor preparados se ven obligados a emigrar por carecer aquí de las oportunidades que esperaban encontrar. Pregunten a sus hijos en edad de empezar a trabajar, dónde están sus amigos.