En días como éste uno empieza a cobrar una cierta admiración sorprendida por José Félix Tezanos, ese truhán que ha hecho oficio de envilecer al CIS, que antes de que él llegara a presidirlo era un organismo merecedor de alguna dosis de respeto.  La admiración se debe a que después de su enésimo fracaso como arúspice, ha podido condicionar a la opinión publicada, que después del CIS basculó en todos los titulares hacia la posibilidad de que el PP perdiese la mayoría absoluta, y por ende, el gobierno de la Xunta.

Todos los sondeos hasta entonces eran unánimes en la predicción de una mayoría absoluta para Rueda. Tezanos, perillán, no la negaba: auguraba una horquilla entre 34-38 escaños, admitiendo la posibilidad en el extremo, para el porsi. Los sondeos a pie de urna, tanto de RTVE como de EL MUNDO, empezaban a despejar las dudas, atribuyendo la mayoría al PP, como también lo hacía Michavila en encuesta no publicada para Génova.

Los resultados vinieron a corroborar las predicciones de las encuestas. El PP pierde dos escaños, mientras el BNG gana seis y el PSOE  sufre un descalabro con el mínimo de representación que haya obtenido nunca en el Parlamento de Galicia: pierde cinco y se queda en nueve escaños.

La debacle del PSOE era inevitable, todo el mundo la daba por hecha, incluidos los socialistas. Vamos a ver si lo explicamos en unos términos que puedan entender hasta los sanchistas más acérrimos. Asumir la condición de palafreneros del BNG solo podía llevar a ejercer el papel de subalternos y a un profundo ejercicio de melancolía. Esto, como tantas de sus desgracias, lo inventó Zapatero para las autonómicas de Cantabria del año 2003: El PSOE, que sacó 13 escaños apoyó para presidente a Revilluca, que había obtenido ocho, para derrotar al PP que tenía 18. Su público le colocó en la tercera fuerza que tanto se había trabajado. En las cinco elecciones siguientes el Partido Socialista de Cantabria alcanzó una media de 7,2 escaños. Análogamente, lo que les espera a los socialistas gallegos a partir de ahora es un suave descenso a los infiernos de la irrelevancia.

Los dos líderes nacionales, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, se han volcado en Galicia, llevando allí su confrontación nacional. A la vista de los resultados es evidente que ha perdido Sánchez. Hay que tener en cuenta como un detalle atenuante que para reforzar lo suyo ha llevado a Marlasca a dar un mitin en A Pobra de Trives para compensar que no haya ido a Barbate, quizá. Allí tuvo que oír abucheos y gritos (desmedidos) de ‘asesino’ y otros, mucho más razonables de ‘Marlasca dimisión’.

Señalemos que desde el primer escrutinio los socialistas se plantaron en 10 escaños y de ahí no se movieron hasta el final, en que con el 80% escrutado bajaron a 9. Es un buen resultado, aunque personalmente habría preferido que se quedaran en ocho. Puede que semejante varapalo pudiera animar al partido a una reacción para echar a Sánchez como hizo el Comité Federal en 2016. Eso sí que sería ‘la fiesta de la democracia’.