Una incierta coalición

SANTIAGO GONZÁLEZ-El Mundo

Los marqueses de Galapagar entienden las cosas del Gobierno como una agregación de ministerios y los incluyen en régimen de gananciales. Si él no está, estará ella, que de alguna manera tiene esta parejita feliz que pagar la hipoteca, por muy buenas que fueran las condiciones de la Caja de Ingenieros. El caso es que el bloqueo ha desaparecido y todo el mundo sabe cómo ha sido: Pablo Iglesias ha renunciado al Gobierno, a sus pompas y a sus obras, y ha dejado al doctor Sánchez sin el último argumento que le oponía: no quería a Pablo en el Gobierno de ninguna de las maneras.

Lo que pasa es que lo ha aceptado de otras. Recordemos el empeño de Sánchez, explicado hasta la saciedad por él mismo y por su coro de intérpretes: las Calvos, Celaás y Lastras, Mare de Deu!: Queremos un Gobierno en solitario, no al Gobierno de coalición, sí a un Gobierno de cooperación; no a ministros de Podemos, sí a cargos intermedios o a ministros independientes de acreditado perfil técnico designados por Podemos, para venir a dejarlo al final en toíto te lo consiento, menos que entre Pablo en el Gobierno. No caben dos gallos en el mismo gallinero, ni dos machos alfalfa dentro del mismo rebaño.

Iglesias ha dado un paso atrás (o al lado, como dicen los cursis) y se han despejado las brumas. Habrá Gobierno de coalición, como exigía con pertinacia Aigor Iglesias; habrá ministros significados de Podemos, entre ellos la secretaria general consorte y el impresionante Echeminga. Ya veremos en qué queda todo, porque el precio de la retirada de Iglesias es cinco ministros y la comunicación. Y sus ministros los elige él, pongamos que hablo de Evita Krupskaya Montero y de Pablo Echenique. Y una vicepresidencia social, que muy bien podría ser para éste después de la experiencia con su asistente. También podría ser portavoz, gracias a su hermosa modulación. En cualquiera de estos cargos iba a hacernos añorar mucho a Valerio y a Celaá. No quería un ministro que hable de presos políticos y ahora tendrá varios.

Para saber quién ha reculado más habría que mirar al marqués, que también lleva lo suyo. A qué venía consultar a las bases para que manifestaran con vaga unanimidad búlgara (18,2% de los inscritos) que no aceptaban vetos, para luego vetarse él mismo en contra de los aprobado por la parte votante de las bases.

Esto se debe a la influencia griega, que no es, contra lo que pudieran pensar, una variante sexual de los anuncios por palabras, sino aquel portentoso lance de Tsipras, que convocó un referéndum contra los planes de la UE para Grecia y que cuando lo ganó aceptó todo lo que proponía Bruselas. En esta perspectiva tiene todo su sentido aquella proclama de Pablo: «¡Espera, Alexis, que ya vamos!». Nadie puede decir que no estuviera advertido.

No está dicha la última palabra. Pedro no le aceptará cinco ministros. Van que se matan con dos o tres y ninguno en materia grave, aunque en alguno ya hemos rozado el ridículo. En Justicia, ¿qué más dará Lola Delgado que Vicky Rosell? Eso sin descartar que uno de estos días vuelva a intervenir Tezanos con un sondeo ad hoc. Pero si hay Gobierno de coalición, el ganador del pulso será Iglesias y su partido a punto de desguace, al que han venido a dar agua del Carmen, que para eso estamos en fechas. Los perdedores seremos todos los españoles (y las españolas, claro). A cambio, nos van a dar mucho que reír.