Están muy equivocados los que, en dócil aplicación del consignazo de turno, desde el minuto uno consideraron que el intento de investidura protagonizado por Alberto Núñez Feijóo iba a ser una pérdida de tiempo. La tentativa, cierto, ha resultado fallida, pero al mismo tiempo se ha revelado tan necesaria como esclarecedora para quien necesitara algún esclarecimiento suplementario.
Se ha demostrado necesaria porque ha puesto de manifiesto que, más allá del desgobierno que nos anuncia Pedro Sánchez, existe una alternativa que cumple con los estándares mínimos de calidad y sensatez. Y esclarecedora por haber contribuido a confirmar onerosas certidumbres y a poner en evidencia la verosimilitud de algunas sospechas. A saber:
1.- Pedro Sánchez ya es irrecuperable para un proyecto transversal de país en el que se rescaten las mejores virtudes de la Transición, como el diálogo y el consenso. Es un presidente que para amarrar el poder ha renunciado a serlo de todos los españoles. Al borrarse del debate demostró menos dignidad que el bolso de Soraya Sáenz de Santamaría en el escaño vacío de Mariano Rajoy. Su silencio es mucho más que una anécdota: es la prueba de lo que está dispuesto a entregar al independentismo para seguir en Moncloa.
2.- Esquerra Republicana y Junts siguen sobreactuando, sabedores de que no se van a ver en otra igual, pero tensarán la cuerda porque también saben que Sánchez no está dispuesto a correr el riesgo de que Feijóo, una vez aprendida la lección, se salga con la suya en una segunda vuelta en las urnas. Habrá amnistía, o como la quieran llamar, y habrá pacto porque ambas partes han llegado a la conclusión de que es lo que más les conviene. Sobre todo a los independentistas, que tendrán bien agarrado a Sánchez por las glándulas mientras aguante la legislatura.
3.- Estamos en uno de esos islotes de elevado peligro para la nación de los que hablaba en 1937 Manuel Azaña con Fernando de los Ríos en La Pobleta. Un escarpado farallón en el que se va a poner a prueba la independencia del Poder Judicial, la reputación del Tribunal Constitucional y, en definitiva, la vigencia del Estado de Derecho. Un proceso en marcha que, de no frenarse a tiempo, culminará con el cuestionamiento de la Monarquía Parlamentaria como forma de Estado.
Sánchez ya es irrecuperable para un proyecto transversal de país en el que se rescaten las mejores virtudes de la Transición. Es un presidente que para amarrar el poder ha renunciado a serlo de todos los españoles
4.- No hay solución dentro del PSOE, un partido de Sanchos, especímenes de contrastada mansedumbre cuyo presente y futuro depende en gran medida de quien alimenta sus faltriqueras. Solo a través de una iniciativa que nazca de la sociedad, una plataforma de ciudadanos, que sepa organizarse con un mínimo de eficacia, con vocación de desplazar a los partidos nacionalistas del eje del poder parlamentario, podrá cambiarse esta dinámica autodestructiva. No valen círculos de reflexión y se quedan cortas las asociaciones que plantean conversar sobre lo que necesita España. Casi todo está reflexionado y conversado. Solo sirve la batalla a campo abierto. En las urnas. Hay que recuperar el espíritu original de Ciudadanos, desechado por el exceso de ambición de Albert Rivera. ¿Objetivo? Arrebatarle al PSOE entre un 5 y un 10% de los votos en la primera oportunidad que se presente. Y con un programa centrado en estos tres puntos:
Primero.- Defensa de la Constitución como garantía de igualdad y contrastado modelo de convivencia.
Segundo.- Retrotraer todas aquellas decisiones del Gobierno de Pedro Sánchez que han privilegiado a unos territorios en detrimento de otros y han debilitado, en favor del Ejecutivo, al resto de poderes del Estado, alterando gravemente la neutralidad de instituciones básicas y organismos independientes.
Tercero.- Reforma de las leyes que debieran garantizar, y no lo hacen, el correcto funcionamiento del sistema democrático, empezando por la Ley Electoral y siguiendo por la de Partidos Políticos, reforma esta última indispensable para llevar a cabo una real separación de poderes que impida la colonización de las instituciones por las élites políticas.
Hay mucho más que hacer, pero lo esencial en estas graves circunstancias (el islote de Azaña) es atacar el problema de fondo: la regeneración real de un modelo hoy seriamente malherido. No contemos para ello con Sánchez. Lo que todavía no sabemos, ante la falta de referencias a estas cuestiones esenciales en el discurso del candidato, es si podemos contar con Feijóo.