César Calderón-Vozpópuli
- Si después del verano ven a Sánchez en todas las cadenas anunciando de nuevo el fin de la pandemia, den por hecho que vamos a elecciones generales
Se ponga como se ponga Pedro Sánchez, a partir de su derrota personal e intransferible en las elecciones madrileñas lo que estamos viviendo es lo que en baloncesto llaman los minutos de la basura de esta legislatura, ya saben esos últimos minutos en los que con el partido ya decidido, los malos jugadores tratan de maquillar sus estadísticas personales a base de asistencias imposibles y triples enloquecidos.
El principal efecto del baño de realidad que PSOE y Podemos se han llevado en Madrid ha sido que la famosa mayoría de investidura, ese exótico cóctel formado por PSOE, Podemos, indepes, nacionalistas y un señor de Teruel que llevó a Sánchez a La Moncloa y que ha servido para ir sacando adelante a trompicones la agenda legislativa del Gobierno a base de constantes cesiones a todos ellos ha saltado definitivamente por los aires. Sálvese quien pueda.
El difícil papel de Podemos
Pero ¿por qué decimos que ha comenzado la cuenta atrás para unas nuevas elecciones generales? La respuesta la tendremos si observamos con lupa de entomólogo a los principales aliados del PSOE y sus escasos incentivos para permanecer fieles al inquilino de Moncloa partir de ahora:
En primer lugar Unidas Podemos, el partido de Pablo Iglesias sin Pablo Iglesias, nata desnatada, coca-cola sin cafeína, hamburguesa de tofu, una coalición agonizante que a partir de ahora deberá tratar de caminar por el delgado filo de una navaja: de un lado, los trágalas a los que les va a someter Sánchez para cumplir sus compromisos europeos, escasamente compatibles con el programa electoral de los morados y moradas (y morades) y, por otro, mantener los privilegios políticos y mediáticos de formar parte del gobierno de España.
Unidas Podemos, decíamos, va a tener que elegir entre el mantenimiento de las becas estatales a sus dirigentes y su propia supervivencia política, lo que les obligará en cualquier caso a bajarse del barco de Pedro Sánchez y dejarle tirado en más de una votación parlamentaria en los próximos meses, y ese solo será el anuncio de una más que probable salida del Gobierno en cuanto se huelan que Sánchez quiere ir a elecciones.
En segundo lugar ERC, el partido que ha jugado a ser el Dr. Jeckyll en la Carrera de San Jerónimo mientras se comportaba como Mr. Hyde en el Parlament de Cataluña.
Las posibilidades de que comiencen a votar contra Sánchez en Madrid para marcar paquete ‘indepe’ ante su parroquia se multiplican
Esquerra tiene claro que su prioridad es Cataluña, quieren gobernar y no va a desaprovechar la oportunidad de desbancar a Puigdemont y los suyos del Palau de la Generalitat; y en vista de que el PSC no pueden servirle de muleta para la investidura sin cometer voluptuoso suicidio público, las posibilidades de que comiencen a votar contra Sánchez en Madrid para marcar paquete indepe ante su parroquia se multiplican. Y si Cataluña va a nuevas elecciones ni les cuento.
En cuanto al PNV y a Bildu, su posición como monosabios de Sánchez no puede prolongarse mucho más, ambos partidos compiten por la hegemonía dentro del nacionalismo vasco y es solo cuestión de oportunidad que cualquiera de los dos comience darse cuenta de que les es estratégicamente más útil situarse frente a un Sánchez en decadencia y frente a su rival directo en Euskadi que permanecer en el insostenible equilibrio actual. Da igual cuál sea, uno de los dos lo hará más temprano que tarde, y para Sánchez ambos son imprescindibles.
La oportunidad de la vacuna
Con este panorama incluso Sánchez es consciente de que tratar de estirar la legislatura articulando una agenda legislativa con alguna probabilidad de éxito no es una opción realista y de que en los próximos dos años no va a ser sencillo encontrar una ventana política de oportunidad que, en pleno reagrupamiento del voto de centro-derecha en torno a Pablo Casado, le permita concurrir a unas elecciones con mínimas garantías de ser reelegido… si exceptuamos el estrecho momento de euforia que se va a producir en el país cuando allá por el mes de septiembre-octubre la vacunación contra la covid haya alcanzado su objetivo de inmunización generalizada.
Por tanto, si una vez pasado el verano ven a Sánchez en todas las cadenas de televisión anunciando (de nuevo) la derrota del virus y que pueden ustedes quitarse ya sin peligro las mascarillas y deambular libremente por donde les dé la gana, a lo que en realidad estarán asistiendo es a la disolución de las Cortes y a la convocatoria de elecciones anticipadas.
Todo esto si a Abascal no le da por seguir apoyando a Sánchez en el Parlamento, que visto lo que hicieron para que PSOE y Podemos sacasen adelante su proyecto de reparto de los fondos europeos, todo es posible.