Cuando se inició la pandemia, algunos pedimos que, dando todo el protagonismo a los aspectos sanitarios, se tomasen las medidas necesarias para paliarlos, pero sin olvidar sus consecuencias económicas. Nos cayó la del pulpo. Recuerdo que insensibles e insolidarios fueron los dos calificativos más cariñosos que recibimos. Vale, todo merecido, pero ¿qué tenemos ahora? Pues rebrotes por doquier de la enfermedad con cifras de contagios preocupantes y en el terreno económico los contornos de la crisis ya no se dibujan con cifras abstractas, ahora vemos caras de personas afectadas. El martes Tubacex anunció 500 despidos; ayer, ITP, 600. Gamesa cierra su planta de Aoiz, el sector del automóvil traslada preocupación y el aeronáutico, temor. Mientras el Gobierno se autoaplaude más que si hubiera ganado OT, esto no va bien. No va nada bien.
Cuando se trataba de cuantificar la posible caída del PIB o la previsible subida del paro, manejábamos cifras preocupantes pero abstractas, lejanas, indoloras. Ahora todo es diferente. Ahora se trata de cientos de despidos que son cientos de personas sumidas en la preocupación acerca de su futuro y que son las primeras de lo que será una lista muy larga, como advirtió el otro día la consejera Arantxa Tapia, que conoce bien de lo que habla.
Para solucionar la pandemia se decretó un parón prácticamente total de la actividad que derrumbó la demanda y sin demanda no hay solución posible. Viendo lo que vemos ahora, cualquiera podría decir que antes nos confinamos demasiado y sin demasiados matices y que ahora nos hemos desconfinado demasiado pronto y con excesiva despreocupación. Todo el dinero recibido y todo esa montaña de dinero que vendrá después podrá solucionar muchos problemas, sobre todo los de índole social, pero no podrá sustituir al mercado. Confebask pidió ayer un endeudamiento masivo de las instituciones para ayudar después a las empresas. Está bien, pero las administraciones, en su conjunto, pueden prestar dinero, incluso pueden regalar dinero, pero no pueden sustituir a los compradores. El endeudamiento alivia las penurias de caja, pero los excedentes de explotación, que son la savia que alimenta a las empresas, se nutren de ventas. A poder ser de ventas cobradas.
La patronal cuantifica los empleos que se puede perder, sólo en Euskadi, en 45.000. Un horror. Y pide una reactivación del consumo. Desde luego lo necesitamos para que gire la rueda. Pero será el del resto de la población, porque estos 45.000 no creo que estén para muchos gastos.