Ignacio Camacho-ABC
- El 1-O podrá parecer un episodio lejano pero es la clave estratégica de todo lo que desde entonces ha pasado
Qué enternecedor resulta el alegato de la defensora del mayor Trapero acerca del fracaso conjunto de los cuerpos de seguridad en la evitación del referéndum. Porque fracaso hubo, en efecto, sólo que su causa fundamental fue la entusiasta falta de colaboración de los Mozos de Escuadra en el cumplimiento de la orden judicial de impedir el acceso a los colegios. Corresponde a la Audiencia decidir si el jefe de la policía catalana delinquió, y en qué grado, por connivencia pasiva o por consentimiento expreso, pero la pasividad de sus subordinados quedó acreditada en la sentencia del Supremo. El relato testifical del coronel Pérez de los Cobos y de otros compañeros dejó claro cómo los agentes autonómicos no sólo se desentendieron
de cooperar con la Policía y la Guardia Civil enviadas por el Gobierno sino que en la mayoría de los casos exhibieron manifiesta empatía con los insurrectos. Por su número y por su conocimiento de las circunstancias y del terreno, la consulta no se habría celebrado si ellos se hubiesen opuesto. En términos estrictamente semánticos es obvio que desobedecer, desobedecieron.
De los hechos del 1-O hace menos de tres años pero ha llovido tanto que parecen sideralmente lejanos. Sin embargo siguen siendo cruciales para entender todo lo que desde entonces ha pasado, incluido el efímero auge de Ciudadanos y por supuesto el asalto de Sánchez al poder con el apoyo de unos aliados que lejos de arrepentirse por la sublevación prometen volver a llevarla a cabo. El desmoronamiento del PP y la irrupción de Vox también tienen mucho que ver con aquel descalabro que provocó al Gabinete de Rajoy un auténtico colapso y forzó una intervención categórica del Rey que los separatistas no han perdonado. La aplicación del artículo 155 fue un espejismo; el actual proceso de deconstrucción constitucional no es más que la continuación del conflicto mediante una nueva correlación de fuerzas donde el independentismo es consciente de su papel decisivo. La agenda de autodeterminación, aparcada por el Covid, permanece en el centro de una legislatura supeditada a que la coalición gubernamental facilite un procès 3.0 y encuentre una salida a Junqueras y demás presos.
La suerte de Trapero ya no es determinante; los suyos lo abandonaron como símbolo cuando acudió al Supremo a exculparse. Aún así la Fiscalía le ha ofrecido una vía de escape al plantear una acusación alternativa -sedición o desobediencia- que parece fruto de un pacto consigo misma para no desairar la independencia de los acusadores y al tiempo recoger las consignas emitidas desde más arriba. De Llarena a De los Cobos, a todos los protagonistas de aquellos meses turbulentos les ha pasado por encima una especie de maldición de tumba egipcia que no es difícil de relacionar con la importancia estratégica de los nacionalistas. El país tiene mala memoria, pero ellos no olvidan.