Una martingala

Los aparatos de los partidos no creen en Dios aunque sean confesionales. A fuer de descreídos, ni siquiera creen en el cambio climático. La candidatura de Basagoiti va a contar con un apoyo muy mayoritario del PP vasco, que ya ha empezado a olvidar a María San Gil. Querrán cerrar la herida cuanto antes y hacen bien. Hay mucho tajo.

Desde que el conde de Romanones acuñó su célebre «¡ joder, qué tropa!» al comprobar que su candidatura a la Academia no había obtenido un solo voto de cuantos se le habían prometido, su optimismo antropológico se mantuvo en niveles muy discretos ya para los restos.

Si esto pasaba con los inmortales, qué podríamos esperar de los políticos, carne de nuestra carne y material perecedero. Ayer mismo tuvo ocasión el popular Carmelo Barrio de probar por sí mismo cómo las gastan los compañeros de partido. Al parecer, él había comunicado a dirigentes de su partido (Rajoy, Basagoiti y Alonso) su intención de postularse en julio para sustituir a María San Gil. Media hora antes de la fijada para su rueda de prensa, el PP hacía pública una nota en la que daba cuenta de que el candidato de consenso a la Presidencia del partido era Basagoiti, lo que subrayaron a media tarde los tres presidentes en una comparecencia conjunta. Un triunvirato para una gran ocasión.

Desde fuera de la lógica partidaria, llama la atención el procedimiento. Que los dirigentes a los que Barrio comunica su intención de convocar a la prensa no le respondan que espere un poco, que vamos a hablar porque los tres presidentes tenemos un candidato de consenso y podemos ampliarlo con una candidatura integrada y bla bla bla…

Los aparatos de los partidos no creen en Dios, aunque sean confesionales. A fuer de descreídos, ni siquiera creen en el cambio climático, no diré más. La todavía presidenta de los populares vascos debe de sentir una desconsoladora perplejidad al comprobar la facilidad con que la mayoría de sus leales se ha aplicado a la tarea de sustituirla. Le pasó a Borrell, después de ganar las primarias. Le pasó en el PSE a Nicolás Redondo y antes, más discretamente, a Ramón Jáuregui. En materia de jugarretas entre facciones, hizo historia la de la pugna entre los sectores vizcaíno y guipuzcoano del PSE para acreditar los primeros a los suyos y copar la mesa del Congreso para mejor mangonearlo. Los de Damborenea hicieron guardia insomne en el hotel donostiarra donde se iba a celebrar el evento, sin moverse de la puerta del salón. Mientras, los guipuzcoanos, conocedores del teatro de operaciones, accedieron al salón por las cocinas y, cuando se abrieron las puertas del salón, los trasnochadores se encontraron con sus oponentes ya acreditados y preparados para formar la mesa. No se había visto cosa igual desde Francisco Romero Robledo, el gran elector de la Restauración e infalible muñidor de elecciones: al abrir los colegios electorales, ya estaban las urnas llenas.

Tampoco estuvo mal la martingala de EA cuando negoció con Euskadiko Ezkerra y el PSE un tripartito que no cuajó. Citó a los euskadikos en el batzoki de Amara para una sesión maratoniana, desde el atardecer hasta las cinco de la mañana. Sólo bastantes días después se enteraron los visitantes de que, cada vez que uno de los anfitriones se excusaba, no era por los rigores de la próstata, sino para ir a una habitación convenida en la que había bocadillos y repostar. Era la rendición por hambre.

La candidatura de Basagoiti va a contar con un apoyo muy mayoritario del PP vasco, que ya ha empezado a olvidar a María San Gil, así son las cosas. Querrán cerrar la herida cuanto antes y hacen bien. Basta asomarse a las portadas de los periódicos para comprender que hay mucho tajo y deberían espabilarse antes de que el Gobierno achaque a la negligencia y al ensimismamiento de la oposición la culpa de que la desaceleración se nos transforme en crisis.

Santiago González, EL MUNDO, 13/6/2008