Una mujer sola

Al oponerse a la estrategia de diálogo del Gobierno, Pilar Ruiz echa por tierra el discurso maniqueo que reserva el monopolio de los deseos de paz a los partidarios del diálogo con ETA, como si quienes se oponen fueran defensores ardientes de la continuidad del terrorismo. El gesto de una mujer sola puede a veces con el discurso más elaborado.

Una mujer sola puso la semana pasada el contrapunto doloroso al lenguaje lírico de resonancias gandhianas con que se justifica el proceso de diálogo con ETA y Batasuna desde el Gobierno. Frente al discurso oficial que apela a la necesidad de colmar los anhelos de paz, una mujer de pelo blanco y sufrimientos acumulados puso de manifiesto, más allá de las palabras, que los hechos con que se busca esa paz pueden causar también un dolor profundo a muchas personas.

Fue Pilar Ruiz Albisu, madre de Joxeba Pagazaurtundua, el último socialista asesinado por ETA, quien salió a la calle en San Sebastián para cuestionar la estrategia adoptada por el partido de su padre y de sus hijos de dialogar con ETA y Batasuna en las condiciones actuales.

La madre de Joxeba Pagazaurtundua conoció en su infancia el exilio a causa de la Guerra Civil, tuvo a su padre encarcelado por haber combatido en el bando republicano y la primera vez que lo vio cuando salió de prisión le negó un beso porque no reconocía a aquel hombre que había militado en las Juventudes Socialistas y había adquirido su cultura política en la Casa del Pueblo de Rentería.

De mayor, tuvo que aguantar reproches de algunos allegados por permitir que sus hijos se hicieran socialistas. Y luego, en 2003, vino el asesinato de su hijo. Pilar Ruiz, que se esforzó por recuperar el euskera de su infancia para poder transmitírselo a sus hijos, se siente traicionada por la actuación del nacionalismo en la Guerra Civil y en el asesinato de su hijo.

Tanto sufrimiento no le ha privado de lucidez a la hora de exponer sus ideas ni ha mermado su coraje a la hora de enfrentarse a los principales líderes políticos. Dejó en evidencia a Arzalluz cuando éste cometió el error de sostener que Pilar Ruiz era una persona manipulada. Se encaró personalmente con el obispo Setién al encontrárselo un día por una calle de San Sebastián y lanzó sobre Patxi López, hace un año, una suerte de maldición bíblica cuando le dijo que «dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre, llamando a las cosas por los nombres que no son».

Al oponerse a la estrategia de diálogo del Gobierno, Pilar Ruiz deja sin argumentos a quienes sostienen que toda la oposición a la política del Ejecutivo en este terreno proviene del PP o de víctimas manipuladas por este partido. Y echa por tierra también el discurso maniqueo que reserva el monopolio de los deseos de paz a los partidarios del diálogo con ETA, como si quienes se oponen a esa política concreta del Gobierno fueran defensores ardientes de la continuidad del terrorismo o estuvieran esperando un nuevo asesinato de la banda para celebrarlo por todo lo alto. El gesto de una mujer sola puede a veces con el discurso más elaborado.

Florencio Domínguez, EL CORREO, 10/7/2006