Iñaki Oyarzábal, EL MUNDO 1/4/12
El autor subraya la importancia del acuerdo entre los partidos mayoritarios del Parlamento Vasco para construir la convivencia y resalta la trascendencia de exigir un nivel mínimo ético para evitar que Batasuna lo instrumentalice
El acuerdo alcanzado entre los partidos mayoritarios del Parlamento Vasco para construir la convivencia en Euskadi tras décadas de terrorismo supone una oportunidad para todos aquellos que creemos en el consenso y el entendimiento como vías imprescindibles para lograr un futuro de paz y libertad en esta tierra.
Tras semanas de contactos y conversaciones ha sido posible poner en valor más lo que nos une que lo que nos divide, para que éste sea verdaderamente un instrumento para exigir la disolución definitiva e incondicional de ETA, deslegitimar su proyecto totalitario, fortalecer la convivencia y avanzar en un final de la banda terrorista asentado sobre principios democráticos.
El PP ha jugado un papel decisivo para convencer al PSE y al PNV de la necesidad de mantener un nivel mínimo de exigencia ética y democrática que impida a Batasuna participar e instrumentalizar dicho foro parlamentario.
Hemos expresado de forma clara aquellas condiciones que considerábamos imprescindibles a la hora de crear esta herramienta política, que no eran otras que clarificar los objetivos y el funcionamiento de esta ponencia; además de exigir a todos sus miembros y participantes el rechazo al terrorismo y la condena al daño causado por ETA. Se trata, por tanto, de mínimos de carácter ético cuyo objetivo es garantizar una misma «clave democrática» para todos los asistentes a dicha ponencia, un mismo lenguaje para poder avanzar en un camino compartido.
Cualquier otra opción nos hubiera alejado de esa posibilidad, pues no nos permitía asegurar un horizonte de éxito; solamente el riesgo de convertirse en un enredo al servicio de las reivindicaciones de la iz- quierda abertzale, un instrumento de presión contra el Gobierno central, además de un elemento más para la división entre las distintas fuerzas políticas.
¿Alguien entendería que participara en esta ponencia, aunque fuera como invitado, una persona que sea incapaz de condenar la amenaza, la extorsión o el asesinato de cualquier ciudadano? ¿Cuáles hubieran sido sus aportaciones a la convivencia en el País Vasco? En ningún caso hubiera sido admisible crear una pista de aterrizaje para allanar un camino que el mundo de Batasuna debe recorrer solo, sin atajos ni ventajas.
Creo que hemos sido capaces de garantizar que los pasos que se den vayan en la buena dirección, que no se legitime a la izquierda abertzale convirtiéndola en interlocutor para la discusión política por el hecho de que ETA haya dejado de matar y, en definitiva, que la derrota de ETA se convierta en una victoria de la democracia.
Y lo que es más importante, hemos puesto en valor el consenso alcanzado en Madrid el pasado mes de febrero, entre PP, PSOE y PNV entre otros, como base para ensanchar y consolidar un pacto en el País Vasco. Hemos sabido profundizar en los mimbres de ese compromiso que exigía a ETA su disolución definitiva e incondicional, reforzaba el compromiso con las víctimas del terrorismo para salvaguardar la memoria y la verdad, además de favorecer los esfuerzos hacia una convivencia social construida sobre los principios en que se sustenta el Estado de Derecho.
El PP tiene un papel fundamental en la gestión del final de ETA. No obstante, el camino que se presenta ahora es largo y requiere prudencia e inteligencia por parte de todos, si no queremos frustrar las expectativas generadas desde octubre del pasado año. Por eso tenemos la responsabilidad de asentar el nuevo tiempo sobre valores democráticos, con el objetivo de fortalecer la convivencia y deslegitimar política y socialmente el proyecto totalitario de ETA.
El PP ha fijado unos pilares sólidos sobre los que forjar ese futuro sin ETA. Y esos pilares deben ser los de la justicia frente a la impunidad, la memoria frente al olvido y la verdad frente a cualquier intento de manipulación. No hay que olvidar que las casi cinco décadas de terrorismo se han cobrado más de 800 víctimas, que nunca han actuado desde el rencor ni han exigido venganza. Vamos a trabajar sin descanso, dando la cara para defender nuestras posiciones, sin eludir nuestra responsabilidad, tratando de ser cada día más útiles y manteniendo a las víctimas como referencia ética de lo que ha ocurrido y del futuro que queremos.
Iñaki Oyarzábal, EL MUNDO 1/4/12