Jesús Cacho-Vozpópuli
Tengo un joven amigo, israelí para más señas, que, tras pasar unos años en Dublín trabajando en una multinacional, decidió establecerse en Barcelona, ciudad a la que antes de que los estragos de la Colau hicieran mella en su tejido institucional y urbano montones de jóvenes extranjeros tenían por meca en la que solazarse. Además de divertirse, mi amigo israelí decidió también montar su empresa en Barcelona, una startup de gran proyección. Con el paso del tiempo, su entusiasmo inicial se ha ido enfriando. Este pasado domingo me confesaba perplejo que “España es el mejor país del mundo para venir de vacaciones, pero un mal sitio para hacer negocios”. Todos son dificultades, me explicaba, todo peajes, todo una montaña de burocracia. Y luego está la Agencia Tributaria y esa desconfianza radical que subyace en el español medio hacia quien arriesga y emprende. “Este es un país reacio a la actividad empresarial”.
Es tan hostil el ambiente, tan alejada nuestra clase política de la actividad económica, tan profundo el desconocimiento de las necesidades de la empresa para prosperar, que en el último festival de coros y danzas organizado por el PSOE so pretexto de Congreso Federal no se escuchó una palabra sobre economía, ni sobre crecimiento, ni, si me apuran, sobre creación de empleo. El empleo es esa cosa que cae del cielo cual maná, una cifra que hay que exhibir cuando crece como obra milagrosa del Gobierno de turno y escamotear cuando aumenta, echando, además, las culpas al lucero del alba. Es tan hostil el ambiente, tan profunda la inseguridad jurídica que aquí se ha instalado bajo la presidencia de Sánchez, que algunos empresarios a quienes siempre habíamos juzgado prisioneros de “la tarifa” han terminado por sacar los pies del tiesto y rebelarse.
Es el caso de Ignacio Sánchez Galán, presidente de una de las pocas multinacionales españolas, que este martes decidió enviar al Gobierno Sánchez una bonita foto sentado en una sala del Museo de Ciencias de Londres al lado de Boris Johnson. Una foto que habrá sido recibida, un suponer, como una patada en la entrepierna en el palacio de la Moncloa. Porque eso no se hace. Porque se supone que un empresario español que vive de la tarifa que fija el Ejecutivo está obligado a guardar silencio y soportar estoicamente todo tipo de humillaciones, incluso decisiones tan arbitrarias, tan indefendibles en una supuesta democracia liberal, como intervenir los beneficios de una empresa privada, cualquier empresa, obligado a guardar silencio y a presentarse ante sus accionistas con el rabo entre las piernas de los hechos consumados. Porque manda el señor que maneja el BOE a su antojo, por encima del principio de legalidad.
Sánchez Galán se ha saltado la norma. He aquí un hombre con pocos amigos pero con muchos bemoles. Un tipo poco acostumbrado a la componenda. Ya lo había anunciado, ya había dicho en voz alta que si Sánchez -con el que antes había compadreado lo suyo, como todo el Ibex 35, para qué nos vamos a engañar- metía la mano en su cuenta de resultados, se iría con la música a otra parte, invertiría los dineros de Iberdrola en otros lares. Nombrado hace más de diez años por la reina “Comander of the british empire”, ayer anunció en Londres una inversión récord de 7.100 millones a realizar en Reino Unido a través de la filial británica Scottish Power. Un dinero que le vendría muy bien a España. Y Boris Johnson feliz, naturalmente, dispuesto a regalarle los oídos con frases tales como “gracias por tus inversiones y por tu compromiso con este país. Tú siempre eres bienvenido”. Encantado Boris porque tampoco está él para tirar cohetes, con los súper británicos luciendo en sus estanterías el vacío a que conducen decisiones populistas de gran calado por él patrocinadas.
Barro sobre barro, la del martes fue una jornada aciaga para el Gobierno y en particular para la ministra del ramo, Teresa Ribera, otra de las ilustres inútiles de este Gobierno, también vicepresidenta ella, que se vio obligada a soportar el desplante de las dos grandes eléctricas del país, Iberdrola y Endesa, negándose a acudir a una subasta de renovables que no logró completar el cupo previsto y se resolvió con un precio un 20% más caro que la anterior. Para que nos hagamos una idea, en la última, celebrada el pasado enero, las solicitudes de potencia triplicaron la cantidad subastada (similar a la actual). Así es como están las cosas. Y así han cambiado: todo a peor.
El anuncio efectuado por Sánchez Galán en Londres permitió al estrafalario Boris presumir el martes de hasta 18 nuevas inversiones extranjeras a realizar en Reino Unido por valor de unos 12.700 millones de euros, más de la mitad de los cuales corresponden a la eléctrica española. “Iberdrolas’s L6bn planned investment in UK offshore wind is a huge vote of confidence in our Green Industrial Revolution. It’s not only going to help power 2.7 million British homes, but will electrify our economic recovery and create 7.000 hig-skilled Jobs” escribió ayer en un tuit el premier británico. Gran Bretaña logrará superar las dificultades surgidas tras su salida de la UE, porque el suyo es un Gobierno “business friendly” capaz de atraer inversiones y crear empleo. El español que preside Pedro Sánchez, es, por el contrario, un Gobierno enemigo de la actividad empresarial, un Ejecutivo para quien las empresas son, como las clases medias trabajadoras, entes de razón susceptibles de crujir a impuestos con los que sufragar su afán por el gasto público ineficiente. Y mientras tanto, “La industria española paga un 150% más por la luz que Francia y un 46% más que Alemania” (ahora mismo en Vozpópuli).
Es evidente que Galán deberá atarse los machos, porque esta es mala gente, muy rencorosa, y van a ir a por él. No lo tendrán fácil, porque la debilidad del galán de Moncloa es tan obvia que no se puede permitir perder el favor del PNV, el arquero que guarda la portería del otro Galán en España. Tratarán de buscarle las vueltas con el “caso Villarejo” o el éxtasis de un delincuente que sigue teniendo en un puño a este pobre país, y no solo al Ibex, después de décadas de fechorías. Pero tampoco podrán pisar el acelerador, porque, ya puestos, el de Iberdrola podría decidir de una vez por todas irse con la música de la sede fiscal a otra parte, mismamente el Reino Unido. Solo tendría que convencer a los fondos presentes en su accionariado de que, bajo el Gobierno del “socialdemócrata” Sánchez, España ha dejado de ser una democracia para convertirse en una más de esas Repúblicas de la Iberosfera donde impera el populismo social comunista.