Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

El Gobierno ha ideado una fórmula de financiación de la lucha contra la pandemia a escala europea que es, cuando menos, muy imaginativa. Dicho sea sin el menor atisbo de ironía. Lo es, porque consigue los dos objetivos principales. Si sale adelante, esa es otra, lograría satisfacer las exigencias de los dos bloques enfrentados en este momento. Por un lado, nos proporciona dinero a los países del sur y lo hace sin tener que incrementar el tamaño de nuestra deuda (¡milagro!). Por otro, evita que los países del norte se vean obligados a conceder una mutualización que sus gobiernos rechazan, a sus ciudadanos escandaliza y sus parlamentos nacionales prohíben. Más que imaginativa, me reconocerá que es casi una fórmula mágica.

El monto del dinero involucrado en la operación es gigantesco. Nada menos que un billón y medio de euros. Para obtener una idea aproximada de cuán alta es esa montaña de dinero, basta con saber que es bastante mayor que el PIB español y similar al tamaño del de Italia. Para evitar problemas en las emisiones de los países del sur, la emitiría la propia UE, que cuenta con un rating inmejorable; con lo que su tipo de interés, su costo, sería el mínimo. La deuda sería a perpetuidad. Es decir, se pagan intereses, pero no se devuelve el principal.

En realidad, esto de ‘deuda perpetua’ es un oxímoron para los países del sur y gobierne quien gobierne. Cuando estamos en crisis, emitimos deuda porque aumentamos los déficits para luchar contra ella. Y cuando estamos en crecimiento, aumentamos la deuda porque incurrimos en nuevos déficits. Repase la historia de España y comprobará lo bien que se cumple la afirmación. Para nuestros dirigentes, toda deuda pública es perpetua, por definición. ¿Quién la va a pagar?A mí no me pregunte, no creo que esté aquí cuando tal cosa suceda.

No sé como contabilizaría la UE dicha deuda, pero ya sabe que las instituciones europeas, por aquello de dar ejemplo, no pueden incurrir en déficits. El pago de los intereses les obligaría a recabar nuevos ingresos, pero eso no sería un problema insoluble, pues cuenta con el apoyo entusiasta del Parlamento, siempre dispuesto a aumentar las competencias comunes y su capacidad financiera.

La propuesta es perfecta para nosotros. ¿Colará en Europa? Pues no lo sé. Ya nos han dicho que ‘no’ a los coronabonos, así que igual se ven obligados a decir ahora que ‘sí’, aunque en el fondo les disguste… Lo que supongo es que todo incremento de las ayudas de este tamaño incluiría algún tipo de condicionamiento en cuanto a su uso y, en general, al comportamiento futuro de cada Estado. ¿Está el Gobierno español dispuesto y/o preparado para asumir eso? Usted mismo.