La Fundación Buesa presenta hoy un libro que repasa los principales centros por la paz que existen en el mundo
«¿Me recuerdas?». Esta pregunta, simple y directa, es una de las citas que preside la página web oficial del Museo Conmemorativo del Holocausto de Estados Unidos, con sede en Washington. A su lado, la foto de una niña que fue separada de sus padres durante la Segunda Guerra Mundial. El genocidio judío ha sido quizás el acontecimiento que ha sido objeto de un tratamiento más rotundo en los diferentes centros de la memoria dedicados a esta etapa histórica. Posiblemente, en consonancia con el grado de barbarie. Pero no el único.
Los memoriales configuran un universo extenso y heterogéneo que se reparte por un sinfín de países y que aborda desde dramas como el apartheid, las dictaduras en América Latina o el conflicto de Irlanda del Norte. La Fundación Fernando Buesa, en colaboración con Aldaketa, presentará hoy un libro en el que se citan algunos de los principales centros que existen en el mundo y la trascendencia de su puesta en marcha. El volumen, de título ‘¿Qué significa deslegitimar el terrorismo…?’ se concibe como una «aproximación embrionaria» a esta clase de ‘museos’ por la paz y en defensa de los derechos humanos, cuyo objetivo es mantener viva la memoria de quienes más sufrieron. El libro recoge, además, el contenido de unas jornadas que ambas agrupaciones celebraron de forma conjunta el pasado año, en las que se abordaron varias fórmulas para deslegitimar el uso de la violencia desde distintas perspectivas: la jurídica, la educativa e incluso a través de los medios de comunicación. Entre las intervenciones que figuran en sus páginas destacan las de José María Ruiz Soroa, Imanol Zubero, Florencio Domínguez o Paul Ríos.
La aproximación a los centros de la memoria coincide en el tiempo con la apuesta del Gobierno vasco, a petición del Consejo de Víctimas del Parlamento vasco, de crear un ‘instituto’ de estas características que refleje la huella del terrorismo en Euskadi. No sólo del ejercido por ETA, sino por otros grupos como los GAL o el Batallón Vasco Español. El próximo 13 de julio, una delegación del Ejecutivo, encabezada por el consejero de Interior, Rodolfo Ares, visitará algunos de estos memoriales, junto a la ponencia de víctimas de la Cámara de Vitoria, en la que están representados todos los partidos. Está previsto que viajen primero a Berlín, donde acudirán al museo de la Fundación Topografía del Terror, ubicado en los terrenos de las antiguas oficinas de seguridad del Reich, en las que operaban la Gestapo y las SS, y al memorial Hohenschönhausen, que fue en un primer momento campo especial soviético y después cárcel preventiva del Ministerio para la Seguridad del Estado (Stasi) de la RDA, hasta 1989. El viaje incluirá una parada en el Democratic de Cataluña sobre el franquismo, con sede en Barcelona.
Una experiencia interactiva
El abanico de museos de estas características es, no obstante, mucho más amplio y variado. El mapa de centros se extiende por los cinco continentes, en países como Estados Unidos, El Salvador, Chile, Israel, Ruanda, Sudáfrica o Australia. Son numerosos los ‘institutos’ europeos, la mayoría con sede en Alemania y Francia. Pero la cantidad va en aumento en los últimos años con la inauguración de espacios de este tipo en Europa central (República Checa, Rusia, Bielorrusia…) y América Latina. Destacan, entre otros, el Yad Vashem (Israel), dedicado a las víctimas del holocausto; el Centro por la Paz y Reconciliación Glencree (Irlanda), que intenta propiciar la mediación política en el proceso de paz irlandés; el Museo del Túnel de Sarajevo, un pasadizo subterráneo excavado por los vecinos para protegerse del asedio al que se vio sometida la ciudad entre 1992 y 1996, o el Museo del Apartheid, ubicado en Sudáfrica.
Pese a su diversidad, todos los centros buscan «reivindicar los valores de la paz y no violencia a través de la información y el conocimiento», resume el libro de la Fundación Buesa. En la actualidad se ha acentuado el compromiso de las instituciones en la creación de esta clase de museos, gran parte de los cuales son de titularidad pública, con multitud de recursos expositivos e interactivos. Muchos de los centros se construyeron en campos de concentraciones, prisiones… En definitiva, los mismos lugares en los que se ejerció la violencia. Aspecto este último que contribuye a propiciar en los visitantes la experiencia de lo que se ofrece y, sobre todo, se recupera.
EL CORREO, 29/9/11