EL CORREO 03/06/14
· Frente al rechazo de la izquierda abertzale, el resto de partidos vascos han mantenido un trato cordial con el Rey El Monarca ha visitado Euskadi para expresar su apoyo a la sociedad vasca en la lucha contra ETA y para escenificar su respaldo al desarroll
Los lazos de unión entre Euskadi y la Corona española saltan a la vista en un edificio tan representativo de los fueros vascos como la Casa de Juntas de Gernika. En un espacio privilegiado del salón de plenos de Gernika lucen los retratos de los soberanos de la época que venían a jurar junto al roble en calidad de señores de Vizcaya. El 4 de febrero de 1981, esa misma sede de las Juntas Generales fue, sin embargo, escenario de otro conocido episodio que simboliza las crecientes reticencias y la abierta oposición que la institución monárquica genera en sectores nacionalistas.
Miembros de Herri Batasuna interrumpieron el discurso del Rey en Gernika
En un momento dado, una veintena de representantes de Herri Batasuna interrumpieron las palabras del Rey cantando el ‘Eusko Gudariak’. Puño en alto. El resto de representantes políticos –PNV, PSE, AP y UCD–, con el lehendakari Carlos Garaikoetxea a la cabeza, intentaron acallar los cánticos con un fuerte y prolongado aplauso. Uno de los escoltas trató de sacar su arma ante el temor de que los incidentes fueran a más, pero el propio Monarca lo evitó. Los representantes de HB fueron desalojados por la fuerza y el Rey pudo terminar su discurso.
Don Juan Carlos, que durante el régimen franquista visitó el País Vasco como Príncipe de España en cuatro ocasiones, ha acudido desde entonces más de una veintena de veces. Siempre con dos objetivos principales: expresar su apoyo a la sociedad vasca y a las fuerzas de seguridad que combatían el terrorismo de ETA y, sobre todo con la entrada del nuevo siglo, escenificar su respaldo al desarrollo económico y cultural de la comunidad autónoma. El Rey y doña Sofía también se han desplazado para mostrar su solidaridad cuando los desastres se han cebado con Euskadi; por ejemplo, durante las inundaciones de 1983 y cuando una explosión accidental de gas en el municipio vizcaíno de Ortuella se llevó la vida de 49 niños tres años antes.
En estas casi cuatro décadas de reinado, la relación de don Juan Carlos con la gran mayoría de los partidos vascos ha estado marcada por una cercanía no exenta de altibajos y de gestos de distanciamiento. Esas muestras de desafección se han reproducido, sobre todo, en la época más reciente, en la que la popularidad de la Monarquía ha caído en picado a raíz de los escándalos de corrupción que han salpicado a la Casa Real.
Sólo la izquierda abertzale ha mantenido la misma posición de frontal rechazo a la institución monárquica. Lo hizo en 1981 y lo sigue haciendo hoy que cuenta con un importante poder institucional. El diputado general de Gipuzkoa, Martín Garitano, les dio plantón durante la inauguración del Basque Culinay Center con el argumento de que no puede agasajar a «quienes niegan al pueblo vasco». El alcalde de San Sebastián, Juan Karlos Izagirre, también de Bildu, retiró el retrato del Monarca del salón de plenos de una ciudad que ha sido tradicional lugar de veraneo de la corte española. Bildu también abanderó la decisión del Consistorio de izar la enseña tricolor para conmemorar, en abril de 2012, el 81 aniversario de la proclamación de la II República. Los seguidores de la izquierda abertzale, que tienen por costumbre organizar actos de protesta contra las visitas de cualquier miembro de la Casa Real, incluso consiguieron que el Rey les dedicase una ‘peineta’ durante un acto en la Catedral Santa María de Vitoria.
«Accidentalismo» del PNV
Su relación con el PNV, que hasta hace pocos años ha ejercido un poder casi absoluto en Euskadi, ha estado presidida por el respeto mutuo y las muestras de reconocimiento, a pesar de los históricos vaivenes jeltzales hacia la Corona. En los últimos años, la balanza se ha inclinado del lado del distanciamiento, sobre todo después de que el lehendakari Iñigo Urkullu se declarase republicano. La trayectoria jeltzale ha estado, sin embargo, marcada por el pragmatismo y por los calculados silencios a la hora de debatirse entre monarquía y república. El propio Xabier Arzalluz, durante su época al frente del EBB, hablaba de «accidentalismo» para definir esta relación porque, según decía, «si hubiera un presidente de la República nunca sería del PNV».
Los gestos de proximidad entre el nacionalismo moderado y la Corona han sido mutuos. Uno de los más significativos fue en 1991, cuando el Rey visitó en su caserío de Ataun a José Miguel de Barandiaran, padre de la etnología vasca. En 2004, en plena tormenta política por el plan soberanista de Ibarretxe, don Juan Carlos abrazó efusivamente al jefe del Ejecutivo vasco durante un acto público en Vitoria. Aquel gesto hizo enfurecer a Rosa Díez, entonces en el PSOE, que reprochó al Jefe de Estado su «caluroso» trato a Ibarretxe y sus «risas complacientes» con un dirigente que, según la ahora líder de UPyD, «añora a los verdugos mientras olvida a las víctimas». Los socialistas vascos, a pesar de su tradición republicana, también han aplaudido el papel de don Juan Carlos como estandarte de la monarquía parlamentaria.
Frente a las gruesas críticas que le ha dedicado Iñaki Anasagasti, en los últimos años ha destacado la estrecha relación que entabló con el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, hasta el punto de que el pasado marzo, en su última visita a la capital vizcaína para inaugurar un foro económico internacional, visitó en su casa al dirigente del PNV, ya muy mermado físicamente por el avanzado estado del cáncer que acabó poco después con su vida. Su más reciente viaje a Euskadi se produjo hace sólo dos semanas. Fue en la factoría de Mercedes en Vitoria para mostrar su apoyo a los empresarios vascos, el mismo motivo que ha guiado las crecientes visitas de los miembros de la Casa Real en la última década, con hasta cuatro y cinco viajes en un año.