EL CORREO 01/05/13
IÑAKI UNZUETA / VÍCTOR URRUELA PROFESORES DE LA EHU-UPV
En el País Vasco el terrorismo fue posible por la pasividad de una gran parte de la sociedad. Unos violaban la integridad física y psicológica de los clasificados como excluidos, y, otros, observaban, excusaban o justificaban las agresiones. La UPV ha sido la institución que ha compilado en su seno casi todas las formas y grados de agresión: desde el asesinato fallido hasta el ataque físico, pasando por el insulto, la amenaza y la coacción. En nuestra universidad el ejercicio de la violencia siempre ha sido unilateral: las víctimas nunca han respondido a las agresiones que partían del nacionalismo radical. Y, además, tampoco pueden entenderse las dinámicas de desprecio sin la legitimación teórica ofrecida por determinados sectores de la universidad.
Las formas de desprecio en nuestra universidad han ocasionado daños personales, políticos y sociales. Un grupo significativo de profesores tuvo que exiliarse, su honor y dignidad resultaron mancillados, se les desposeyó de derechos y se les negó la capacidad para ejercer responsabilidades. Ahora, el equipo rectoral menciona el cese de la amenaza de ETA y la existencia de cambios políticos profundos que harían deseable su vuelta a la universidad. Les quieren hacer jugar al juego de la normalización, donde los actores (partidos políticos, víctimas, agresores…) ocupan determinadas posiciones funcionales y desempeñan roles orientados a la consecución de una meta: doblegar la fuerza de las víctimas hacia una relación de docilidadutilidad, para, posteriormente, y en justa reciprocidad, acercar e integrar a los agresores.
Sin embargo, aunque la amenaza directa de ETA a estos profesores haya podido desaparecer, su seguridad no está garantizada y una presión de baja intensidad (boicot, coacción, insulto…) podría volver a tener lugar. Además, el reingreso significa poner en marcha una estrategia institucional de individualización de la conciencia de injusticia que trata de neutralizar el potencial ético y político de las víctimas. La indignación brota porque a los representantes de los presos de ETA, que no han hecho el más mínimo ejercicio de reflexión crítica de su pasado criminal, se les cede, aunque sea pagando, el paraninfo de la universidad. ¿Alguien entendería que en la Alemania de posguerra las reivindicaciones nazis hubieran podido tener algún tipo de cobertura desde la universidad?
La vuelta de los profesores no puede ser un ejercicio de impostación. La UPV no puede establecer simetrías, antes al contrario, debe alejarse del paradigma del conflicto, ser inflexible con las agresiones, garantizar la libertad de cátedra y reconocer la contribución de los profesores exiliados al establecimiento de valores democráticos en nuestra comunidad. El reconocimiento es un acto público de expresión laudatoria que hace justicia y saca a la víctima de la invisibilidad. De una bienvenida con expresiones aprobatorias se derivan acciones benévolas, del reingreso a escondidas y por la puerta de atrás, el temor de que las acciones hostiles no tardarán en llegar.